Estudiando para no repetir el guion de la pobreza
Cada semana los padres de Andrés y Héctor se esfuerzan para que las clases virtuales de sus hijos no falten y que entreguen las tareas a cada docente
Por: Isaías Pérez
Bertha Flores solo estudió medio primer grado, en la escuela del cantón Las Cruces, Yucuaquin, La Unión; a mitad del año se retiró por dos causas: cuidar a su hermanita menor pues se habían quedado sin su mamá, y la otra razón: demasiado trabajo doméstico en su hogar, tenía que hacer las tortillas, preparar el almuerzo e ir a buscar a su papá para llevarle comida ya que él trabajaba lejos, al pie de una montaña y llegar hasta ahí era difícil, por un camino solo y angosto.
“Mi mamá murió de flato (acumulación de gases en el aparato digestivo; sensación de tristeza profunda), tenía 8 días de haber dado a luz; mi papá andaba bolo y la siguió como siempre, porque cuando andaba así a todos nos “v…”, nos tocaba salir corriendo de la casa, huir, las puertas quedaban abiertas, todos salíamos barajustados y desde esa vez mi mamá cayó grave, solo enferma pasaba y mi papá no le buscaba remedio, cuando vio que ya estaba en cama postrada fue que le buscó, pero ya era muy tarde, murió a los 55 años” rememoró.
A Bertha le hubiera gustado ser maestra, no pudo al menos con un título, pero últimamente es quien ayuda a sus hijos para que pongan empeño en las clases virtuales; ella, está pendiente que los chicos envíen las fotos de sus trabajos y tareas a cada maestro, se sienta cerca de donde ellos las resuelven, sobre la única mesa al centro de la casa, que sirve también de comedor, mientras su esposo trabaja en el campo.
Héctor Ismael y José Andrés Arbaiza Flores, de 13 y 10 años respectivamente, reciben sus clases a través de un celular que les había comprado un tío hace dos años y que había estado guardado durante casi 8 meses porque se les dificultaba el uso del mismo, hasta hace unos días que le cambiaron el chip y lo sacaron para utilizarlo como herramienta educativa. El aparato no es de los de mayor tecnología, pero al menos les da para lo básico; cada semana, con mucho sacrificio compran un paquete de internet de $4.00, lo cual representa lo mismo que les daban para que llevar a la escuela, “cuando no les daba dinero, aunque sea un pan con frijoles les daba, o dos “coras” a cada uno” comentó Bertha.
Ambos estudian, cursan séptimo y quinto grado respectivamente, en el Complejo Educativo Profesor José Walter Escolero Núñez, municipio de Comacarán, San Miguel
Para Héctor, la experiencia virtual es un poco estresante, a veces les mandan fotografías que se ven borrosas, otros textos para copiar y cuando tienen dudas no hay una explicación al respecto.
Por su parte Andrés un niño de voz tierna, mirada inocente, un poco tímido, relató que recibe las mismas materias que su hermano mayor: lenguaje, matemática, ciencias, sociales, inglés; Educación Física por el momento no recibe, Informática este año no la han recibido, ni presencial ni virtual, dado que en su escuela cuando ellos tenían esa clase otros estudiantes ocupaban las computadoras, no hay suficientes para todos. De forma virtual tampoco reciben Artística, ni el programa de Moral, Urbanidad y Cívica (MUCI), en esta última aprenden valores, deberes y derechos…
“Yo aconsejo a los cipotes que estudien, hay oportunidades, nosotros los apoyamos en lo que podemos” aseguró Bertha.
Y mientras están sentados cada uno en una silla de plástico, haciendo sus tareas, Andrés asegura que cuando sea adulto escogerá una carrera que le permita ayudar a las demás personas, mientras que Héctor lo piensa un poco y dice “yo quiero ser licenciado en administración de empresas, me gustan los negocios”, mientras su madre lo observa, ya que aseguró, es bueno para los números también.
Pauline Martin, directora la Maestría en Política y Evaluación de la UCA aseguró en una ponencia virtual realizada en conjunto con la UNIVO, que la educación es como un chaleco salvavidas de los niños porque esto les permite mantenerse en sociedad, conseguir un trabajo, alimento.
Para los niños de la familia Arbaiza Flores, recibir educación significa un esfuerzo que deben realizar dentro de su casa de bloque y teja, una infraestructura sin ninguna división en su interior más que una cortina sostenida de dos pilares y que al agitarse con el viento deja ver una cama al fondo y dos hamacas; el piso es de tierra y está ubicada en la Colonia Belén, Comacarán.
Ellos sueñan que algún día alcanzarán su meta académica y poder así aspirar a una mejor calidad de vida; en tanto su madre se esfuerza por hacer los oficios de la casa y no descuida detalle de la formación de sus hijos, pues quiere que sean profesionales y que eso les ayude a no repetir el guion de la pobreza.