El niño que vende ajos y sueña con ser piloto
Por: Jeffrey Luna y Anner Ventura
Gerardo es uno de los muchos niños salvadoreños que tienen que salir a vender en las calles para ganarse la vida, actualmente tiene 12 años, de los cuales ha trabajado cuatro, iniciando desde los 8 años en las calles del mercado de San Miguel, proveniente de una familia de bajos ingresos económicos, vive con sus padres y 4 hermanos. Dos mayores y dos menores que él.
El año pasado abandonó la escuela, se encontraba cursando 7° grado en un centro escolar cercano a su entono de trabajo, pero cuando las clases pasaron de ser presenciales a virtuales debido a la pandemia por el COVID-19 tomó la decisión de no seguir más.
Ella le prepara bolsas con ajos, y tomates, para que Gerardo salga a venderlos, hay días que le toca irse a trabajar con el estómago vacío, debido a la escasez en su hogar.
Se pone una gorra para protegerse del sol, ya que él, a mediodía en punto anda en las calles vendiendo, a veces siente que sus zapatos se derriten debido al calor que se genera en la ciudad, pero que no tiene más opción, debe vender esos tomates y ajos para ayudar a su familia a salir adelante.
También se sube a los microbuses a ofrecer sus verduras, pero ha habido ocasiones en que las personas lo rechazan de maneras desagradables que él percibe.
El sueño de Gerardo es ser piloto de aviones, ha visto muchas películas que le han servido de inspiración para crear dicho sueño, pero mientras tanto seguirá vendiendo en las calles, sin perder la esperanza de que un día llegará lo que su corazón tanto anhela.
Gerardo comenta que antes de la pandemia su mamá vendía papitas y pupusas, de igual forma a él le tocaba ayudarle a cargar lo que ocupaban en el puesto, además era el encargado de pelar la papas y despachar a los clientes.
Un día su madre se enfermó de las manos por exponerse al aceite caliente y por ese motivo dejó ese negocio y ahora optaron por el puesto de verduras en el mercado.
En cierta ocasión Gerardo andaba vendiendo, cuando conoció a Fredy y Chamba (nombres cambiados), dos niños que igual a él son vendedores en el mercado central de San Miguel.
Uno de ellos tiene 14 años y estudiaba octavo grado en uno de los centros escolares cercanos al mercado, quien comenta que es bueno en matemáticas, pero debido a que no le gustan las clases en línea mejor se dedica a ayudar a sus padres en la venta de verduras junto a sus amigos, vendiendo tomates.
El otro aun estudia en la escuela, pero en el tiempo libre se dedica a vender para ayudar a su familia ofreciendo ajos a los clientes; además, tiene más hermanos que también se dedican a la venta de verduras.
Estos 3 niños andan por las calles vendiendo y a lo largo del tiempo han visto muchas cosas, han estado en situaciones de peligro, pero se han ido acoplando a ese mundo y esperan poder volver a clases para reiniciar sus sueños.
«Es lamentable en la que los gobiernos han dejado al país, la extrema pobreza y el trabajo infantil no ha sido superados. A pesar que hay leyes no se ha hecho nada, el hambre es más fuerte», comentó un educador que obvió ser identificado.
«La pandemia le dio un giro a todo, incluyendo la educación, tienen que pensar en como sacar de la extrema pobreza y como salir del hoyo en el retroceso educativo que hemos tenido, en los primeros años no ha sido apropiado, jamás será sustituido un docente por una tablet,los resultados ya se están viendo y los gobiernos tienen el deber de buscar soluciones de como salir de este bache educativo» añadió.
«Debe apostarle no solamente a la educación, sino además apoyar económicamente a estos niños, adolescentes que desean formarse, si se pone en una balanza el hambre y la educación, gana el hambre, hay que darle respuesta, que quienes quieren estudiar, que les den educación gratuita como lo menciona la constitución, se le pueda proporcionar los insumos económicos de supervivencia, una vivienda, vestuario, comida» dijo la fuente.