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Las playas de Usulután alejan a las adolescentes de su educación formal

Estudiantes de educación básica y bachillerato se ven obligadas a abandonar sus estudios debido a las prácticas patriarcales, como la obligación de quedarse en casa para dedicarse a las tareas del hogar y de cuidado no remuneradas.   En el peor de  los  escenarios, son  forzadas  a salir  del  sistema  educativo  porque experimentan un embarazo y una maternidad no planificadas.

Por: Sureya Orellana/Asly Villalta/Abigail Portillo/Melissa Romero/Ingrid Sánchez

Al entrar al terreno donde vive *Marleny    (nombre cambiado)  lo primero que se visualiza es un jardín prolijo. Un banner con la foto del cumpleaños de su hija mayor hace las veces de anuncio de bienvenida a este hogar, ubicado en una de las playas del departamento de Usulután. Hace cinco años que la joven madre tuvo que dejar la escuela. Finalizó el octavo grado y salió del sistema educativo porque se acompañó y, a los pocos meses, quedó embarazada de su primera hija. Tenía 16 años y la plata dejó de  alcanzar  para  que  pudiera continuar con su educación formal.

“A mí el estudio no me aburría, pero el problema fue que me acompañé y después salí embarazada, y ya no pude seguir. Al principio mi pareja me decía que siguiera estudiando, pero ya después me dijo que no porque eran más gastos por la niña”, contó.

Su primera pareja y ella se separaron.   La  joven,   quien  ya suma 21 años, volvió a acompañarse y desde hace un mes está ejerciendo una nueva maternidad: tuvo otra niña. Cuando estudiaba su rutina iniciaba a las 6:00 a.m. ayudaba a cocinar a su mamá, quien se dedicaba a la venta de comida. Después Marleny  caminaba a la escuela a pocos metros de su casa. Recuerda que sus materias favoritas eran lenguaje, ciencias y educación física, pero dice que ya no se acuerda de lo estudiado. Al preguntarle sobre cómo cambió su rutina al acompañarse, duda mucho, su semblante cambia y guarda silencio.

Marleny   es  el  reflejo  de  una problemática que sigue afectando en la actualidad a adolescentes que dejan la escuela porque iniciaron la vida en pareja a temprana edad, debido a problemas en sus hogares que van desde la violencia y abandono familiar e incluso por la precarización en la que viven, entre otras razones.

Sin embargo, cada una de ellas tiene su origen en las prácticas patriarcales y machistas que las limita como sujetos de derechos, restringiendo su acceso a la educación académica, así como sexual integral. Gerda Lerner en su obra “La creación del patriarcado” define a este como: “la manifestación e institucionalización  del  dominio masculino sobre las mujeres y niños/as  de  la  familia  y    la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general”. Actualmente, las prácticas patriarcales siguen manifestándose y reproduciéndose tanto en hombres como mujeres, adaptándolas como una cultura donde la supremacía del hombre sobre la mujer ejerce un dominio que las coloca en una posición únicamente como reproductora, carente de derechos, siendo el hombre el privilegiado.

Educación básica, la etapa vulnerable

En el caso de las adolescentes, el patriarcado se manifiesta y normaliza   cuando   estas   se acompañan al entrar a séptimo grado en adelante, muchas veces obligadas para que formen un hogar o quedarse en casa haciendo oficios, trabajando o cuidando a sus hijos. Esto además de constituir una grave violencia al fomentar la deserción escolar, también violenta sus derechos como menores de edad y mujeres.

Cerca  de  donde  vive  Marleny reside también *Linda (nombre ficticio). Ella tiene 16 años y el año pasado abandonó sus estudios. Repetiría séptimo grado, por lo que decidió que lo mejor era acompañarse y dejar la escuela. Mientras estudiaba, también trabajaba en un comedor y había ocasiones en que no asistía a clases.

Cuando su mamá no llegó a matricularla, fue llamada por la directora del centro escolar para que explicara las razones por las que no seguiría estudiando. La señora le contó que su hija se había acompañado y que no pudo hacer nada para impedirlo. La directora le hizo conciencia sobre los riesgos de un embarazo a temprana edad. Le sugirió que llevara a Linda a la unidad de salud para que la asesoraran sobre el mejor método anticonceptivo para evitar un embarazo no planificado. La mamá de Linda respondió que consultaría con su yerno, un hombre mayor de edad, para saber si él estaba “de acuerdo” con eso. Meses después, a sus 15 años, Linda estaba embarazada.

Los casos de Marleny y Linda no son únicos. El documento «Llegar a cero embarazos en niñas y adolescentes – Mapa El Salvador 2020», publicado por Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por su sigla en inglés), revela que «1 de cada 4 embarazos en El Salvador ocurre en niñas y adolescentes menores de 19 años». Y que salgan del sistema educativo guarda relación con las normas sociales e imposiciones basadas en roles y estereotipos de género que provocan estigmas para niñas, adolescentes      y         jóvenes embarazadas mientras estudian: son discriminadas en los centros educativos, lo que provoca problemas de autoestima y deserción.

Asimismo, agrega que “en el año 2018, el sistema educativo identificó un total de 21,804 niñas y adolescentes entre primer grado y tercer año de bachillerato que desertaron de sus centros escolares, de estas, la mayor parte (55%) desertó entre el II y el III ciclo de Educación Básica (de cuarto grado a tercer año de bachillerato)”.

De igual forma, describe que cuatro zonas resaltan a nivel nacional porque territorialmente concentran el mayor número de municipios con tasas persistentes de inscripciones de embarazos en niñas y adolescentes por encima de los niveles nacionales a lo largo de los años. “Usulután es uno de los tres departamentos con los niveles de pobreza relativa más altos y cuenta con la brecha de analfabetismo más alta entre hombres y mujeres. Este departamento es, a nivel nacional, el segundo que más reportó atenciones por servicios de salud a víctimas de violencia sexual y el tercero en reportar consultas y egresos por agresiones físicas a mujeres. También registra uno de los porcentajes de coberturas escolares más bajas a nivel nacional en niñas y adolescentes de segundo ciclo de educación básica a educación media”, detalla el informe.

El mismo revela que “al analizar las causas de deserción escolar, se identifica la incidencia de los estereotipos de género socialmente asignados de forma diferenciada a adolescentes hombres y adolescentes mujeres por separado. En el caso de las adolescentes mujeres, la deserción va relacionada con el trabajo doméstico y el embarazo; mientras que los adolescentes hombres el porcentaje mayor en abandono de la escuela es por el trabajo agrícola. De igual forma, ambos grupos presentan similares porcentajes en la causa relacionada a la negativa de los padres a que asistan a la escuela con un leve predominio en las adolescentes”.

Zonas costeras con mayor deserción escolar

De acuerdo a las últimas estadísticas que refleja el Ministerio de Educación (MINED),  las      cuales      fueron proporcionadas por la departamental de Usulután, en el 2018 los municipios de  Usulután  y    Jiquilisco  reflejaron mayor cantidad de deserciones de adolescentes desde séptimo grado hasta bachillerato.

El Porcentaje mayor en abandono de la escuela es por el trabajo agrícola. De igual forma, ambos grupos presentan similares porcentajes en la causa relacionada a la negativa de los padres a que asistan a la escuela con un leve predominio en las adolescentes”.

Sin embargo, al hacer la valoración de acuerdo a la tasa poblacional por cada municipio, Jucuarán y San Dionisio encabezan el mayor número de deserciones donde 15 de cada 100 niñas dejaron sus estudios; Estanzuelas se ubica en tercer lugar con 13 de cada 100. Asimismo, presenta que para el año 2018, las mayores causas de deserción en este departamento fueron: abandono del país, cambio de domicilio y trabajos agrícolas.

El Artículo 88 de la Ley de Protección Integral  de  la  Niñez   y   Adolescencia (LEPINA)     cita   textualmente:     “Las autoridades educativas, comunicarán a las madres, padres, representantes o responsables de las niñas, niños o adolescentes, así como a los órganos de administración escolar los casos de deserción escolar, los índices de reprobación y las reiteradas inasistencias      injustificadas”;         y, continúa: “las autoridades educativas también estarán obligadas a denunciar cualquier forma de amenaza o violación a la integridad física, psicológica y sexual de las niñas, niños o adolescentes, que se realicen dentro o fuera de los centros educativos”. Un docente que labora en un centro escolar costero de Usulután y que solicitó mantenerse en el anonimato comenta que, si bien están en la obligación de informar las deserciones y las causas, no siempre estas son verdaderas, ya que los padres tratan de ocultar la realidad, por lo que no pueden hacer denuncias.

Sin embargo, asegura que las razones de deserción sí son certeras en su mayoría, pues existe el fenómeno de la migración y  el desplazamiento forzado interno,  en todos los niveles. “Lamentablemente, por la delincuencia hay familias que son amenazadas y se retiran, incluso hemos recibido alumnas que han llegado de otros lugares y que se han cambiado porque en la otra escuela tenían cierto peligro”, añade.

Fuente: Ministerio de Educación

Puedes ver el infográfico en el siguiente enlace: https://public.flourish.studio/visualisation/7216195/

De igual forma, afirma que como MINED deben avisar al Consejo Nacional de Niñez y Adolescencia (CONNA), a la departamental de educación y al Instituto Salvadoreño de Desarrollo Integral de la Niñez y Adolescencia (ISNA) cuando estudiantes dejan de asistir, en especial si son obligadas a cuidar a sus hermanitos o los mandan a “curilear” (extraer moluscos en los manglares). “Nuestro deber es informar a las autoridades competentes, para que hagan una inspección y verificar, porque muchas veces también nuestras fuentes de información son vecinos de la comunidad que lo hacen (denunciar) de forma anónima por razones de seguridad”, agregó.

Patriarcado: una herencia generacional

De acuerdo con Rina Ábrego, responsable de proyectos de la Asociación de Promotores Comunales Salvadoreños (APROCSAL), las prácticas patriarcales se pueden ver desde un ámbito comunitario, municipal y en el ámbito de los  servidores/as  públicas.   Inician  desde  la comunidad, por ejemplo, en el tema de procesos de formación o de sensibilización les dan más permisos a los niños que a las niñas por el tema de seguridad.

Asimismo, la comunidad le da prioridad y se engrandecen con las conductas de niños o de los jóvenes donde generan vulneraciones y repiten conductas machistas. “Un claro ejemplo es que un niño le diga a otro: ‘¡Ay! ya vas a llorar’, ‘Es que solo cosas de niñas sabes vos’. Es ahí donde se van repitiendo patrones culturales, que se escuchan desde las casas, esas prácticas machistas que se vienen dando porque son asimiladas culturalmente, que se trasladan de generación en generación inconscientemente”, comentó.

Marleny    asegura  que  le  hubiese  gustado terminar la escuela e incluso estuvo a punto de ser beneficiaria del programa “Jóvenes con todo” que promovía el Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE)  para jóvenes entre 15  y  29 años y que buscaba fortalecer las competencias profesionales y mejorar las oportunidades de acceso a empleos dignos. Sin embargo, por la lejanía no pudo participar. Actualmente, apoya a su hermana mayor en la venta de comida, pero ella quiere tener un negocio para ser su propia jefa. También, comenta que nunca ha ido a Ciudad Mujer, que es otro programa que impulsa la autonomía económica de las mujeres.

Para la representante de Aprocsal, el poder del Estado continúa en manos de los hombres, porque todo el andamiaje del sistema está en beneficio de los hombres; por ejemplo, actualmente está Ciudad Mujer, pero en los programas que implementa cada vez se reduce el presupuesto para sus acciones. “Esto significa que el Estado cuando ve que un fondo va destinado a programas o a desarrollos de la mujer lo ve como gasto y no como inversión, su pensamiento no es beneficiar a la mayoría de la población, si por ende las mujeres son la mayoría de la población y en esa mayoría la otra parte muy grande son las adolescentes”, señaló.

Y es que el programa Ciudad Mujer, insigne de los gobiernos del FMLN, tuvo una reducción de $2,060,785, de los $11,674,540 establecidos en el presupuesto 2019. De igual forma, para el cumplimiento de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (LEIV)   y    la  Ley    de  Igualdad,   Equidad  y Erradicación de la Discriminación contra las Mujeres (LIE) hubo un recorte de $1,912,720.

Adán Mendoza,  sociólogo e investigador del Centro de Investigación para la Democracia (CIDEMO), hace énfasis que la cultura patriarcal tiene una grave repercusión en la vida de las niñas y adolescentes, ya que las vuelve muy vulnerables frente a los hombres.

«Si bien es cierto hoy ya existe toda una estructura  jurídico-política  y    otro  tipo  de tratado internacional, siempre la mujer por su condición física, biológica, política, cultural y económica tiene un nivel de vulnerabilidad respecto al hombre y esto la puede llevar, por ejemplo, a que sea víctima de violaciones, de discriminación, de violencia intrafamiliar, entre otros tipos de manifestaciones que pueden ir en detrimento de su bienestar y su dignidad”.

Además, añade que en sociedades patriarcales machistas los roles de las mujeres siempre serán orientados hacia las labores del hogar y la reproducción, lo que les impide el desarrollo de sus capacidades a plenitud. En el contexto educativo, hoy en día las niñas y adolescentes tienen un dominio mayoritario que los hombres debido a que en El Salvador hay una población de 53,5 % de mujeres frente a un 46,5 % de hombres, según datos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Incluso, menciona, que hasta en las universidades “hay más mujeres que hombres; pero es un dato bastante interesante que analizar,  por qué en el nivel posgrado los hombres superan a las mujeres por mucho. ¿Qué quiere decir esto? Que el acceso a una educación de calidad por lo menos en términos de educación superior siempre sigue siendo controlado por los hombres”.

En El Salvador existe una brecha salarial entre hombres y mujeres que suele usarse para referirse a la diferencia entre los ingresos de estos. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en El Salvador. menos de la mitad de las mujeres participan en el mercado laboral (46.8 %) frente a más del 80% de los hombres. Además, las brechas salariales son de 18%, es decir que por cada dólar que gana un hombre, las mujeres reciben $0.82 centavos por el mismo trabajo.

El círculo de pobreza que se extiende

Marleny mece a su niña de un mes de nacida en una hamaca, mientras su hermana mayor lava la ropa y su padrastro limpia el patio de la casa. Comenta que su primera pareja se dedicaba a oficios varios, desde empleado en gasolineras, buses, hasta pescar, aunque asegura que esto último no le gustaba, mientras ella se dedicaba a cuidar a su hija y los oficios de la casa. Afirma que quisiera que sus hijas llegaran “a ser alguien”, pero que primero deben terminar sus estudios. “Yo no digo que tal vez no vayan a cometer errores, sí lo van hacer, pero tienen que terminar sus estudios y después pensar en que lo que quieran hacer ellas”, agregó.

A pesar de participar en un pequeño emprendimiento junto a su hermana mayor, ninguna de ellas goza de seguridad social, tampoco tienen acceso a un sistema de pensión, lo que coloca a ambas en una situación precaria con respecto a su futuro, en especial que un país donde la esperanza de vida es mayor en la mujer (78 años, hombres: 68 años) y la pobreza se extiende a lo largo de la vejez.

Es importante recalcar que además de la visión patriarcal, también se suma la pobreza, pues hay familias que incitan a sus niñas a acompañarse dado que implica un alivio al bolsillo del hogar el que otra persona se haga responsable de ella, lo cual puede   reflejarse   como   una forma de “trata disfrazada”, ya que se obtiene un beneficio a cambio. Sin embargo, esto solo extiende el círculo de pobreza, pues muy probablemente esta adolescente tendrá un embarazo precoz y será la propia familia quien tendrá que compartir el cuidado del bebé y los gastos económicos que esto implica.

Hugo Cerna, jefe departamental del MINED de Usulután,  asegura que siempre se imparten charlas con apoyo de otras instituciones como el CONNA y aquellas que velan por la equidad de género para romper de una vez las prácticas patriarcales que aún persisten. «Lastimosamente nuestros antepasados se desarrollaron bajo ese esquema de patriarcado, donde el papá era la máxima autoridad y sometía y hacía su voluntad. A nuestro cuerpo docente se les está constantemente induciendo a mejorar estas conductas, y que ellos sean los multiplicadores en las aulas para que niños y niñas lleven el mensaje a su casa, o cuando vean esta conducta puedan poner sobre aviso a quien corresponde, en este caso podría ser su profesor o profesora”, afirmó.

El informe del Mapa de Embarazos El Salvador 2020 contempla que el embarazo en adolescentes es una causa de la perpetuación de los ciclos de pobreza intergeneracionales que afectarán de manera directa sus proyectos de vida y el desarrollo colectivo, dado que tendrán pocas oportunidades de formarse académica y profesionalmente,    desventajas para la incorporación al mercado laboral, además de la afectación psicosocial. El estudio ubica al departamento de Usulután en el séptimo lugar con una tasa de 26.84%, en inscripciones prenatales de 10 a 19 años; de igual forma, es a nivel nacional, el segundo que más reportó atenciones por servicios de salud a víctimas de violencia sexual y el tercero en reportar consultas y egresos por agresiones físicas a mujeres. También, registra uno de los porcentajes de coberturas escolares más bajas a nivel nacional en niñas y adolescentes de segundo ciclo de educación básica a educación media.

La Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDESA) 2011-2012 explica que «la violencia es un factor de riesgo y detonante en las uniones a temprana edad. Un 89.5 % de las mujeres que se unieron antes de los 18 años han vivido algún tipo de violencia». La misma encuesta plantea la hipótesis de que: «A mayor escolarización menor probabilidad de que una niña se una a temprana edad. Este efecto es mayor cuando la niña alcanza la educación secundaria

Mientras que la Encuesta de Nivel de Medición de Vida (EMNV),  de Nicaragua,  realizada para 2014, indica que «la pobreza aumenta el riesgo de uniones a temprana edad». El UNFPA en Nicaragua, a partir de la EMNV, ha calculado que «las uniones a temprana edad son más frecuentes en las familias que tienen un consumo por persona inferior a los US$3.50 diarios».

Por su parte, el UNFPA en El Salvador también estudia las razones por las cuales inician las uniones a temprana edad. El deseo de salir de casa es una respuesta recurrente sobre las razones para acompañarse. Esto «es un indicador de que en su familia no encuentra protección y afecto. Este tema debe ser estudiado para fortalecer las estrategias de desarrollo integrales de adolescentes y jóvenes», sugiere UNFPA Nicaragua en su estudio sobre uniones a temprana edad, 2018.

La Fundación Educación y Cooperación (EDUCO) es una de las oenegés que se encuentra trabajando con un enfoque para la prevención de los embarazos y uniones tempranas en el departamento de Usulután con el proyecto “Juntas cambiando el mundo”, el cual consiste en becas para adolescentes mujeres que están cursando séptimo grado.

Ruth García, técnica para la igualdad de  género  de  esta  organización, comentó que por años este programa ha beneficiado a cientos de niñas, ya que se identificó que ellas se alejan de la escuela por múltiples causas y razones; por ello, se inició con el programa de becas para motivar a las adolescentes a seguir estudiando. De igual forma, en este proyecto también se enfrentan ante una cultura patriarcal desafiante para poder ejecutarlos, “todavía identificamos el tema del machismo en los hombres.

Los padres de adolescentes no permiten que ellas participen en algunas actividades por las mismas situaciones en que ellas están viviendo. Porque el papá es el jefe de hogar y el machismo está muy presente y no permiten el desarrollo de las niñas y adolescentes en el sistema educativo, solo dejan que estudien hasta sexto grado, ya para séptimo prefieren que se queden con sus mamás o que les ayuden en las actividades del hogar.

Asimismo, agrega que otro elemento que   influye   es   el   pragmatismo religioso de muchos padres que no permiten que las adolescentes reciban educación sexual reproductiva que implica alertar sobre los riesgos de embarazos a temprana edad. La deserción escolar y la limitación para que las niñas y adolescentes sigan estudiando traen consecuencias en su desarrollo integral como afectaciones en el sistema de salud, maltrato y violencia.

Pero la cultura patriarcal no solo se instala en adolescentes de zonas rurales y grados escolares menores: en Chinameca, San Miguel, caminan dos señoras conversando sobre el futuro de la hija de una de ellas. La chica tiene 24 años de edad y se encuentra culminado su carrera universitaria. “Gracias a Dios ya va a terminar la universidad y después se dedicará por completo a servirle a su marido”, comenta la mamá de la joven.

Seguramente,  esta  joven  de  la  que  hablan  nunca  podrá desempeñarse como profesional y su título quedará adornando una pared de la casa que deberá mantener limpia y ordenada, cuidando a sus futuros hijos y sirviéndole a su marido, cuando podría insertarse en el mercado laboral o continuar su desarrollo académico.

El sueño de muchas niñas y adolescentes es poder formarse como profesional, laborar y cumplir metas personales. Sin embargo, la cultura patriarcal y machista de un país como El Salvador no les permite poder desarrollarse. Las jóvenes que logran obtener su título de educación básica en las zonas costeras de Usulután no tienen autonomía suficiente para decidir sobre el futuro de su propia vida, viviendo en una incertidumbre entre lo que ellas quieren lograr y lo que su entorno les permite.

Lamentablemente, para muchas jóvenes la opción más viable es aceptar los patrones y roles patriarcales que la sociedad impone; mientras, Marleny duerme a su niña recién nacida, ve a lo lejos en el infinito mar su soñado título que la catalogará como una profesional.

*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad delas entrevistadas

Este reportaje se realizó durante el diplomado de Periodismo de derechos humanos, con enfoque de género, realizado por el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA).

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Redacción UNIVO NEWS

Equipo de periodistas, estudiantes, editores y productores de la Carrera de Comunicaciones de la Universidad de Oriente UNIVO.

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