Cuentos y PoesiasCultura

Turquía sin Ivette

Cuento

Cátedra: Periodismo y Literatura
Ilustración: Herson Lazo

Había una vez, una mujer enamorada de su esposo, lo amaba con toda el alma y tenía casi 14 años de compartir vida matrimonial con él. Sus días eran llenos de amor y ternura debido a que desayunaban juntos, almorzaban juntos y cenaban juntos. Era un frenesí de pasión mientras concebían su futuro como próspero.

En un agosto del  2004, planearon un viaje muy a la ligera y olvidaron muchas cosas de las necesarias para mantenerse fuera de casa, como siempre Oscar de fresco: -No te preocupes amor, no necesitamos más que las ganas y un poco de dinero en nuestros bolsillos para disfrutar lo que es bueno, -Lo sé . dijo Ivette, es muy precipitado molestarse por cosas pequeñas. Al cabo de un rato, como cualquier aparato electrónico sus teléfonos empezaron a bajar la batería y en poco tiempo se quedaron completamente descargados.

En una gasolinera cercana a Turquía, por la frontera que delimita a Estambul, se detuvo el autobús donde se trasladaban los esposos, y ambos se bajaron a conseguir unas cuantas provisiones para lo restaba del viaje; era imposible perderse, pero según la mala suerte, todo debe salir mal en el peor momento. Ivette llevaba una pequeña maleta donde estaba el dinero, que sin duda alguna confiaba en juntar con otra parecida que hacía dos meses le había dado a Oscar para sus perfumes. Él ya estaba en el autobús esperando a su amada, y gracias (o no gracias) a las malísimas indicaciones de unos turistas polacos, Oscar creyó que su esposa había subido a otro autobús parecido que estaba al frente, al “no darse cuenta”, él se desesperó y tomó un taxi para alcanzar al otro autobús que justo se acababa de cruzar la frontera, iba a ser casi imposible regresar a Estambul por las leyes de ingreso y la VISA transnacional, así que de cualquier manera, si se cruzaba no volvería.

Ivette muy tranquila Salió del baño y no vio ningún autobús, se asustó y sin opción procedió a pedir aventón a los autos que pasaban. Una pequeña mini van, bajo sus luces y el conductor, la dejó entrar.

Cuestionó su destino y ella explicó con temor pero firmeza su propósito, encontrar a su esposo que tenía además el teléfono descargado; -Que lástima, dijo el conductor de la vieja camioneta en la que se escuchaban voces extrañas. ¿Usted hacía donde se dirige?, preguntó Ivette, -Solo soy un chofer de cargamento y al terminar el viaje dejo lo que está y me voy, -¿Qué lleva en el baúl?, -Mentes muertas.

Esto sin duda asusta a cualquiera pero al intentar bajar ella se vio interrumpida por el pasador en “cerrado” de la puerta con vidrios manuales de la mini van. -¡ Déjeme salir ¡ grito con todas sus fuerzas. –Usted señorita, es una mente muerta más.

Oscar sigue buscando a su esposa.

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