Me he encontrado en la universidad con jóvenes “extraños”, esos que se comprometen en todo: son voluntarios en su comunidad, son excelentes académicamente, juegan fútbol, disertan, escriben artículos, son alegres, receptivos, siempre aprendiendo, mejorando.
Los hay también aquellos que antes de ir a clases hacen la venta que servirá de soporte económico, andan con sus hermanos menores de vez en cuando porque no tienen quien los cuide y a la hora de crear hacen todo a su alcance.
Hay otros “extraños” que faltan unas cuantas veces a clases, porque trabajan, pero a las 3:00 de la madrugada escriben ensayos porque a esa hora les llega la inspiración y superan las expectativas. Los hay quienes regresan de lejos, pero si tienen un compromiso académico llegan a tiempo pese a que andan en bus.
Hay otros que hacen locas campañas de recaudación de fondos, a veces para personas que conocen y otras para no tan conocidas, se desviven, sudan, sufren, pelean porque las cosas salgan bien, terminan una obra y ya están pensando en la siguiente.
Son tan sensibles esos jóvenes “extraños” que siempre andan en búsqueda de cosas nuevas, sencillas, descabelladas algunas, aterrizadas otras, pero siempre buscando el bienestar de los demás; lo más importante es que ellos no ven las barreras, no se detienen a pensar si se hará o no, lo piensan, lo proponen, lo hacen.
Son «extraños» porque pese a su edad, buscan el bien en todas partes, emprenden el viaje para ser mejores personas y mejores profesionales, destacarse para servir a otros y lo hacen en serio.
Los jóvenes emprendedores no le temen a nada, afrontan retos, crean, se arriesgan, y lo más importante: se comprometen, esto, en el sentido de los proyectos que realizan, no lo piensan mucho, se lanzan, planifican, realizan y algunas veces se detienen a disfrutar los resultados.
Pero pasa que si son incentivados llegan a ser capaces de brillar en medio de muchos y si son frenados, criticados con dureza e injusticia, desisten de seguir siendo auténticos.
Y es que, los jóvenes son generosos, en esa etapa de la vida quieren estar organizados en algo, disfrutan de sus grupos, de las salidas de campo, del trabajo fuera de las instituciones, buscan adquirir nuevos conocimientos, al menos quienes se enfocan en lo positivo, por eso es importante no frenar su desarrollo, incentivar sus ideas.
Estos jóvenes “extraños”, aunque hay muchos, son los que dan una nueva faz a la sociedad, tienen la capacidad de ver el mundo diferente y lo están cambiando desde sus realidades locales y para los que les tenemos fe en sus sueños, sus propuestas que para algunos pueden ser absurdas, pero que pueden llegar a convertirse en las mejores ideas a ejecutara a mediano plazo, queremos que sigan emprendiendo, que no desistan, que se comprometan a construir una civilización distinta: con valores, con entusiasmo, ejerciendo su ciudadanía, que nos sigan inspirando a los adultos a ser mejores personas, a tomar decisiones audaces.
