Todos hacían fila y luego disfrutaban de la fruta que les había tocado, había música em vivo o de tocadisco y en ocasiones recitaban bombas, era toda una fiesta.
Celina Monroy/colaboradora
El día de la cruz se celebra desde los tiempos de la conquista española, con la variante que los aborígenes rendían culto a la tierra agradecían por las cosechas, pidiendo también por las nuevas, para obtener óptimos frutos; para ello, ofrecían sacrificios humanos a sus dioses ya que eran politeístas.
Al llegar los misioneros les hablaron del Dios verdadero y los indujeron a ya no ofrecer sacrificios humanos, por ello pensaron sustituirlo por el árbol de jiote, un árbol cuya corteza se desprende (Los españoles, orientaron la celebración al rito cristiano y sustituyendo al dios Xipe Tótec “el dios desollado” por una cruz).
Hace unas décadas la celebración estaba marcada por otras costumbres, los hombres hacían cuatro hoyos en la tierra, en cada esquina donde se iba a sembrar la milpa, esto era un gran ritual pues alimentaban la tierra, se limpiaban las parcelas, había danza al ritmo de tambores alrededor y al centro del terreno.
La cruz fue entonces tomando auge, la colocaban al centro, adornada con lo que seguramente tenían.
Escuelas, iglesias y casas de familia, continuaron con la tradición de celebrar el día de la cruz, como una manera de agradecer a Dios por las cosechas, pedir por la bonanza del tiempo de las estaciones para no trabajar “en balde” y también era la oportunidad de mostrar los frutos cosechados por cada familia.
La cruz se arreglaba en el patio, adornada con frutas autóctonas: limones, limas, naranjas, mandarinas, mangos, guineos, caña de azúcar, jaguas, zapotillos, martasanos, ojuste, zùngano, semilla de pan, caimitos, níspero, guayaba, siguampero, paterna, pepetos, aguacate, también se adorna con festones y cadenas de papel de colores fuertes.
La cruz se arreglaba por la mañana y por la tarde se reventaban cohetes porque había llegado el momento del desgaje, que consistía en repartir la fruta a los presentes.
Todos hacían fila y luego disfrutaban de la fruta que les había tocado, había música em vivo o de tocadisco y en ocasiones recitaban bombas, era toda una fiesta.
Actualmente se celebrar también el dìa de la cruz, pero sin todos los matices que anteriormente hemos mencionado; estas tradiciones hay que mantenerlas, son nuestro folclor, una riqueza cuscatleca.
¡Y que viva nuestra raza, que viva El Salvador, que viva la cruz que es nuestro signo de redención y el fruto que en ella se cosechó: nuestra redención!