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Aunque la tristeza nos robe el balón, nosotros planeamos la estrategia para quitárselo

Lo más importante para Josué en su adolescencia fue su mejor amigo Sergio, el fútbol y su mascota, solo conserva uno de estos

Por: William Jefferson Hernández Escobar

23 de noviembre del año 2017, estadio Charlaix, en un día nublado y con mucho viento, Josué juega con su mejor amigo Sergio Álvarez y demás compañeros del colegio a un partido en el que el equipo de Josué lleva la ventaja, donde el marcador indica que van 3 a 0 y antes de concluir el partido anotan un cuarto gol que conlleva a una celebración entre amigos, sentándose en una de las bancas acompañados de chucherías y sodas, un día inolvidable que sin saberlo, sería el último partido que jugaría al lado de su amigo Sergio.

Josué Medrano Moraga, un joven de 16 años de edad, que desde muy pequeño mostró un gusto por los deportes, en especial por el fútbol, participando en varios campeonatos que se realizaban en su escuela y su barrio, unos perdidos, otros ganados, sin embargo, la diversión nunca faltaba. Aquel niño que siempre era el primero en sentarse en la sala de su casa a ver los partidos del equipo Barcelona, y observar las técnicas de su ídolo: Leonel Messi, fue asi  como se sembró la semilla de la aspiración por el fútbol.

“Me gustaba ver aquellas jugadas que se marcaba y se sigue marcando Messi, la leyenda del fútbol que ahora es, desde pequeño he mantenido el deseo de llegar a ser como él” expresa Josué mientras mira aquel póster de Messi que tiene en la pared de su habitación.

Josué fue víctima del bullying y tampoco fue de muchos amigos, pero sin dejar de ser optimista, aquellos recreos solitarios en la escuela los compartía con una pared y un balón de fútbol, divirtiéndose mientras golpeaba la pelota haciéndola rebotar contra la pared. Cuando Josué cursaba el tercer grado conoció a un chico de su misma edad, llamado Sergio Álvarez, con quien compartía los mismos gustos, y se hicieron muy buenos amigos. Los recreos dejaron de ser solitarios, ahora la pared había tomado forma de persona.

Sergio y Josué además de compartir durante los recreos, uno al otro se invitaban a sus casas, a ver películas, ver partidos, jugar fútbol y videojuegos, compartían tiempo casi como hermanos, que, hasta Flor Moraga, la madre de Josué, llegó a considerar a Sergio como un miembro más de la familia, “nos gustaba que pasara tiempo con nosotros, incluso en los días de viaje le decíamos que nos acompañara, sus padres accedían ya que se hicieron muy amigos de nosotros”.

Durante la temporada navideña del año 2016, Sergio tuvo que viajar con su familia a Estados Unidos, aunque comúnmente su familia la pasaba con la de Josué. Esa noche buena, Josué recibió un regalo de parte de sus tíos, un perro a la que llamó “Beba” de raza french, pequeña, juguetona e inquieta, volviéndose una mejor amiga, otro compañero con la que compartir y disfrutar de partidos de fútbol por las tardes en el pequeño parque de su residencia. En el año 2017, el destino marcaría un gol en la arquería de la tragedia que muy pronto se avecinaría.

En mayo de ese mismo año, se realizaron los intramuros en el Liceo San Miguel, en el ambiente se sentía mucha euforia y tensión, tras varios meses de entrenamiento para poder ganar el partido, el entrenador Juan Sevilla tras cada medio tiempo recibía al equipo con mensajes de ánimo: “no se rindan muchachos, ustedes pueden, vamos a ganar ese trofeo, ustedes serán los campeones”. Tras varias tarjetas amarillas y rojas, saques de banda, tiros de esquina y penaltis, el equipo de Josué había logrado llegar a las finales del campeonato de los intramuros para posteriormente ganarlo marcando 2 goles a 1.

“Los muchachos estaban tensos, tenían muchas esperanzas de poder ganar el partido, inclusive hasta yo lo estaba. Pero cuando se anotó ese gol a 20 minutos antes de que acabara el partido el nerviosismo fue aún mayor ya que se quería mantener esa ventaja, por suerte la tuvimos y se pudo ganar” dice Juan Sevilla recordando aquel momento.

Mientras los buenos momentos pasaban, ya en vacaciones, un 23 de noviembre Josué, Sergio y otros compañeros del colegio decidieron ir a jugar un partido al Charlaix, que finalmente resultó ganado por el equipo de Josué. Al mismo tiempo que disfrutaban de un agradable momento entre colegas, sin saberlo, Josué y sus amigos sería la última vez que pasarían un momento así con Sergio.

Más tarde, en diciembre, a Sergio se le diagnosticó cáncer, lo que conllevo a que siguiera una serie de tratamientos como la quimioterapia, la noticia desconcertó a Josué;  sin embargo, la esperanza de que se iba a recuperar prevaleció por él, su familia y amigos. No obstante, el giro del destino noqueó a todos, y aquellos ojos de un niño con un futuro por delante se cerraron para siempre. “Estaba destrozado, no sabía cómo reaccionar, me sentía solo, mi mejor amigo había muerto y no había nada que pudiera hacer” declaró Josué con sus ojos humedecidos por las lágrimas.

Josué pasó largos meses sin volver a jugar fútbol, cada vez que veía una cancha recordaba aquellos momentos en que Sergio y él jugaban a simplemente a quitarse el balón para después sentarse por largas horas a charlar. Hubo un nivel elevado de desmotivación y negatividad en la actitud de Josué, sus hermanas notaron el cambio de aquel niño que normalmente era alegre y optimista. “Nos preocupamos mucho por él, hubo días en los que ni siquiera comía, se la pasaba encerrado en su cuarto, nunca dejamos de motivarle y alentarle a seguir adelante” mencionan Katya y Michelle, sus hermanas.

Por su parte, Josué era consciente que debía ser fuerte, sin embargo, había dejado de lado aquella costumbre de jugar fútbol por las tardes, porque ahora era la tristeza quien llevaba el balón. Pasaron los meses y Josué se iba recuperando de aquel duro golpe, que por desgracia más tarde volvería experimentar. A principios del año 2019, su mascota Beba, había desarrollado una enfermedad que le hacía derramar sangre por la nariz, poco a poco la fue desgastando y acabó muriendo el 22 de octubre de ese año. Aquella torre de ganas de querer avanzar y ser feliz de nuevo se vinieron abajo una vez más. Su amigo y vecino, Mauricio González relata el día en que sucedió: “estaba en su casa cuando Beba murió, no nos lo esperábamos, cuando fuimos a ver cómo estaba al patio ya se encontraba tirada en el suelo, sin señales de vida, fue un momento muy duro”.

Josué decidió enterrarla bajo un árbol hacia las afueras de su colonia, donde solía ir a jugar fútbol con Sergio cuando era más pequeño, un significativo lugar que le saca más de una lágrima cuando lo visita. “Cuando estoy ahí siento mucha paz, ese lugar está conformado de alguna manera con las 3 cosas que han sido partes importantes en mi vida, mi mejor amigo, Sergio, mi mascota Beba y el fútbol”.

Josué se propuso como meta recuperarse de aquellas amargas experiencias, hasta llegar a estar bien de nuevo y aunque pensó en dejar el fútbol, volvió a los entrenos y a disfrutarlo como antes, demostrando que, aunque la tristeza nos robe el balón, nosotros planeamos la estrategia para quitárselo.

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Redacción UNIVO NEWS

Equipo de periodistas, estudiantes, editores y productores de la Carrera de Comunicaciones de la Universidad de Oriente UNIVO.

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