«Migrar no es siempre la mejor decisión»
Reporteo y redacción: Nahúm Cruz foto ilustración: Nelson Rivera
Fabricio D. es un joven de 28 años y aunque en su adolescencia tomó malas decisiones, ahora se enfrenta a los retos de la vida con coraje, estudia con mucho empeño y frecuenta una iglesia en la que ha encontrado la manera de poder ser una mejor persona.
Esta es su historia:
“Tenía 5 años, apenas recuerdo un poquito que vivía con mi abuela materna y dos primas; mis padres ya tenían 4 años de haberse ido; decidieron mandarme a traer y que me fuera con una prima. Antes dicen que costaba menos el paso de las fronteras y esas cuestiones. Llegamos en un promedio de 25 días, esto yo no lo recuerdo muy bien, mi prima aún me lo cuenta, cuando nos vemos y conversamos al respecto. Me recibieron mis papás, seguramente estaban muy felices de tenerme entre ellos. Los primeros años no los recuerdo, como bien dicen que uno se recuerda desde los 8 años en adelante. Recuerdo que fui creciendo y que vivíamos en el condado de Spring, Houston Texas, Estados Unidos.
También recuerdo que mi mamá se iba a eso de las 7 de la mañana a su primer trabajo y salía a las 2 de la tarde; llegaba unos minutos a la casa porque luego tenía que irse a su otro trabajo, y muchas veces cuando llegaba alrededor de las 9 o 10 de la noche yo ya estaba dormido. Mi padre de la misma forma trabajaba mucho tiempo, e inclusive se iba por semanas porque era trailero e iba a otros Estados muy a menudo. Así que quien me cuidaba era una prima en segunda instancia de mi madre”.
Así fui creciendo en esa rutina; mis padres trabajando y trabajando y yo estudiando. Al llegar a la juventud me fui sintiendo con mucha libertad y sin restricciones, al salir de la escuela me iba con mis amigos, y lógicamente no aprendí de ellos nada bueno, sino a tomar, fumar e inclusive a consumir drogas, primero inhaladas y luego hasta inyectadas. Tenía alrededor de 16 años, salía solo, ya iba a fiestas, pues recibía como única recomendación y consejo de mis padres: ¡Cuídate mucho, Fabricio!
Así fue transcurriendo el tiempo hasta inventar que iba ir donde mis amigos a realizar tareas, y llamando a mis padres, cuando ya era noche, diciéndoles: “No iré a dormir, no terminamos aún y nos falta mucho”, era una mentira nos íbamos a fiestas con amigas o primas de mis amigos. Así pasé mi vida y esa fue mi juventud. No trabajaba porque no tenía ni interés ni necesidad de hacerlo, mis padres me daban todo; incluso a los 19 años ya tenía vehículo.
Llegó el momento de las consecuencias. En el año 2011 exactamente en el mes de enero, me fui de paseo con mis amigos durante el día y finalizamos en una fiesta; lo que nunca supe, fue que uno de mis amigos vendía droga a los demás jóvenes, y alguien le delató que iba al antro solo para ese fin. A nosotros ya nos tenían identificados que éramos sus amigos y que llegábamos con él, es lógico que pensaran que todos andábamos en esos trotes de vender esa porquería, digo esto porque la tontera es consumirla y la otra torpeza es venderla, más en un lugar así.
Esa noche alrededor de las 2:00 de la madrugada fui arrestado por la Policía y llevado a una cárcel oscura y de mucha soledad. A esa hora brindé el número de mis padres, seguramente se pusieron en contacto con ellos. Al siguiente día, por la mañana llegó mi mamá muy desesperada y sabiendo lo que había pasado, solo me dijo: “¿Qué necesidad tenías de hacer eso? Y mi papá agregó “¿Acaso no te hemos dado todo, siempre? No será fácil sacarte de aquí, no sé qué medidas tomarán”.
Yo les dije con toda sinceridad que sí consumía, pero que no sabía que mi amigo vendía droga en las fiestas.
Estuve preso dos años en una prisión ahí mismo en Houston, donde aprendí a orar y a pedirle a Dios que me liberara y que me diera una mejor vida. Luego llegó una noticia. Según el abogado que contrató mi padre logró conseguir pruebas de que yo sí consumía droga, pero que no vendía ni distribuía. El juez enterándose que era ilegal en Estados Unidos igual que mis padres, decidió dar la orden de deportación. Efectivamente fui deportado, llegando aquí a El Salvador como mendigo quizá, pues sin zapatos, con camiseta y en short.
Mi madre pidió a mi prima y su esposo que me fueran a recoger al aeropuerto y que me llevaran zapatos y ropa..
Regresé donde siempre debí estar, mi vida hubiera sido diferente si mis padres me hubieran dejado con mi abuela aquí en El Salvador. Estoy seguro de que me hubiera educado mejor, me hubiera dedicado tiempo, y nunca vivir lo que viví, por eso dije que a veces lo “Mejor” se convierte en consecuencias desfavorables.
“Mi vida aquí ha cambiado, unos meses después de haber regresado empecé a interesarme en ir a la iglesia y buscar a Dios; ahora soy miembro de la Iglesia La luz del Mundo, soy bautizado, creo en Jesucristo y él ha transformado mi vida.
Logré a finales de 2013 que el Ministerio de Educación (MINED) en San Salvador me avalara el bachillerato, y en el 2014 entré a estudiar en la Universidad de Oriente (UNIVO), la carrera de Licenciatura en Enfermería; ya llevo 4 años. Vivo muy agradecido con Dios, y mi consejo es que los jóvenes aquí deben luchar por sus sueños, migrar no es la mejor decisión, ni la solución a lo que nos enfrentamos”.
“Es primera vez que cuento mi historia real, y no me molestaría que la compartan con otros jóvenes”.