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Lisseth Zelaya: “Miss Sonrisas” aprendió todo, menos a rendirse

Por: Brenda Torres

Sesori, 2022

Era un sábado 10 de septiembre de 1977, cuando por primera vez sus ojos se abrieron, contemplando en primera instancia el rostro de su mamá, quien inundada de lágrimas nostálgicas daba gracias a Dios por permitirle dar a luz una niña.

El hospital San Juan de Dios ubicado en San Miguel, fue su cuna por largos días. Había llegado al mundo un ser que pronto se convertiría en el motivo de muchas sonrisas para sus padres.

Jessica Lisseth Zelaya Castro es el nombre que recibió la dulce bebé de piel blanca, cabello castaño y ojos almendrados color café, ella es la última de cinco hermanos, toda su familia reside en el municipio de Sesori, en el barrio La Carlota, sitio que se llegó a convertirse en su hogar.

Su padre desde la adolescencia se ha dedicado a la ganadería, y una de las cosas que le enseñó a Lisseth fue a ordeñar vacas, para ella era fascinante practicar aquello, ya que aparte de ser un trabajo nuevo, también era una buena forma de pasar tiempo con su papá.

Por otra parte, su madre ha dedicado toda su vida a dos cosas, cuidar de sus hijos y dedicarse al comercio; lo que era un simple garaje, lo convirtió en una creativa tienda de productos básicos, donde los vecinos y demás personas pueden acudir para suplir sus necesidades.

“Desde niña viví rodeada de amor y aventuras infantiles las cuales compartí con todos mis hermanos, en mi memoria aún están vivos todos aquellos recuerdos que me sacaron grandes sonrisas, como esa vez en que mi mamá me dio permiso de ir con mis hermanos al terreno donde se encontraba nuestro ganado, cuando iba allí una de las cosas que más disfrutaba hacer, era bajar frutas de los árboles, tales como mangos y cachitos, así les llamábamos a ciertas semillas que tienen las espinas de guascanal” mencionó Lisseth.

Cuando Lisseth tenía 6 años sintió por primera vez el deseo de ir a la escuela, así que le dijo a su mamá que hiciera lo posible para que la admitieran; sin embargo, había un problema, era casi la mitad del año escolar y los docentes se negaban a dejarla entrar, porque no les parecía conveniente que entrará con tanta demora y no querían tomarse la tarea de enseñarle todo lo que ya les habían enseñado a los niños que entraron a principio de año.

“Lo que los docentes no sabían, era que yo ya había aprendido a leer, tenía en mi casa un viejo silabario que me sirvió como base para aprender todo lo que un niño de primer grado necesitaba, yo no pude asistir a parvularia debido a la guerra civil, pese a ello quería ser parte del centro escolar, así que le insistí con perseverancia a mi mamá, ella al ver mi entusiasmo se dirigió a los docentes y les hizo la petición de que me aceptaran”.

Lisseth Zelaya

Ellos accedieron, pero le iban a dar unas semanas de prueba, si ella demostraba estar a la altura educativa de los demás niños, le iban a permitir seguir estudiando. Pasaron las semanas y los maestros se llevaron la enorme sorpresa de que ella sabía aún más que los niños que habían comenzado su año escolar en enero.

En el centro escolar Doctor Manuel Quijano Hernández, realizó sus estudios desde primer grado hasta noveno, luego se trasladó a San Miguel, donde estudió bachillerato, decisión que surgió debido a que en su municipio de origen todavía no había instituto.

De igual modo, realizó sus estudios superiores en la ciudad de San Miguel, donde vivió una experiencia que asegura fue inolvidable, inició estudiando la carrera de Medicina, pero al poco tiempo de estar estudiando, su mamá se enfermó, situación que la llevó a tomar la decisión de cambiar de carrera por otra que fuese más corta, la que mejor le pareció fue la de Tecnóloga en enfermería y esa fue la que culminó en el año 2003.

“Mientras me encontraba estudiando, viví una diversidad de situaciones que me marcaron de por vida, recuerdo perfectamente cuando estaba en mis prácticas y una paciente estaba en medio de un parto que se complicó más de lo esperado, yo como estudiante solo tenía permitido observar, lo cual me llenó de frustración porque era tan grande el sufrimiento de aquella mujer que sentía la necesidad de brindarle algún tipo de ayuda; lo único que pude hacer fue llorar en silencio” rememoró nostálgica.

Tiempo después, participó en el hospital de San Miguel como instructora de prácticas a estudiantes de enfermería y su primordial objetivo siempre fue enseñarles a sus alumnos la importancia de ser un profesional humanitario; una de las cosas que más le gustaba era programar las citas de cada paciente a la brevedad posible, a ella no le parecía la idea de que personas que viven lejos tuvieran que irse en el último bus hacia sus hogares.

“A la edad de 27 años me acompañé con Erik Noé Rodríguez López, persona con la que tuve dos hijos, el mayor de ellos lleva por nombre Dereck, y al menor lo llamamos Esteben, una de las metas que tenía era Casarme con Erik, cuando nuestros hijos tuvieran la edad ideal como para que fuesen los pajecitos de nuestra boda, sin embargo, no se pudo llevar a cabo ya que en el año 2009 mi compañero de vida falleció”.

Después de ese acontecimiento trágico, Lisseth tomó la decisión de acercarse a Dios, comenzó a asistir a la iglesia con mayor frecuencia e hizo de ese lugar, su refugio emocional.

Uno de los recuerdos que atesora con más estima es cuando su hijo mayor comenzó a hablar y a dar sus primeros pasos, era muy entretenido para ella como enfermera observar la forma en que los seres humanos se van desarrollando, desde pequeños sus hijos siempre tuvieron un espíritu lleno de carisma y entusiasmo, características que sin duda alguna heredaron de ella.

“Yo me autodefino como el tipo de personas que aman brindarle una sonrisa a quienes la rodean, muchos me llaman “Miss Sonrisa” ya que pese a los malos momentos que pueda estar atravesando siempre cargo conmigo un aura de felicidad y motivación” dijo.

Uno de los valores que siempre les inculcó a sus hijos fue la compasión y el amor, ya que su madre desde que ella era niña le enseñó la importancia de ayudar a otros seres humanos, con lo poco o con lo mucho que estuviera a su alcance, estas enseñanzas fueron el motor que la impulsaron para que decidiera formar parte de World Vision, una organización cristiana evangélica de ayuda humanitaria, desarrollo y defensa para niños y adolescentes.

Además, participó en muchos talleres que ofrecía World Vision, tales como: “Liderazgo para el cambio”, “Metodología de programa, también soy persona” y “Derechos humanos y Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia (LEPINA).

Lisseth denomina esa ONG como una escuela donde adquirió conocimientos que nunca estuvieron en sus planes, al principio se sentía muy nerviosa de formar parte de dicha organización ya que no estaba relacionado con lo que ella había estudiado en la Universidad, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo se iba comprometiendo aún más con las responsabilidades que significaba estar ahí y por su puesto se preocupaba por desempeñar de manera óptima su cargo el cual era, Facilitadora de Desarrollo.

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Redacción UNIVO NEWS

Equipo de periodistas, estudiantes, editores y productores de la Carrera de Comunicaciones de la Universidad de Oriente UNIVO.

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