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Don Jorgito Funes, el ciudadano que colocó el liderazgo comunitario antes que su trabajo

Apasionado por el desarrollo de la comunidad, un ciudadano que nació para cambiar la historia de El Cerro; la agricultura fue su trabajo por mucho tiempo, fue capacitado para ser promotor de salud y se preparó como electricista, pero prefirió ser líder ante todo. Abandonó hace tres años su trabajo de Bombero en el pozo de Los Negros por desacuerdos con los miembros de la ADESCO, cargo que desempeñaba con excelencia, pues trabajaba más de lo estipulado para brindar un servicio de calidad a la población… Ahora se dedica a servir en la Iglesia Católica.

Por: Jairo Gómez

Lo encontré acostado en una hamaca, viendo noticias desde su celular en la red social TikTok –a todo volumen–, cuando saludé desde la puerta de su casa pintada un metro de verde menta y el resto de color crema, se levantó rápidamente y me mostró su celular sostenido en su mano derecha de ébano.

Con zapatos tenis, la camisa por dentro, y una mirada abrazadora de sus ojos color café, comenzó a relatarme sus hazañas con las primeras palabras: “yo creo que esto de ser líder es un don de Dios”.

Jorge Cristóbal Funes Girón, conocido en la comunidad como “Jorgito”, nacido en el Cantón El Cerro, jurisdicción de Moncagua, departamento de San Miguel, el día jueves 2 de julio de 1953, no es un habitante más del lugar; estudió hasta sexto grado en la escuela del cantón que fue fundada por su abuelo Antonio Funes.

Sus padres eran casados, Rosenda Girón y José Santos Funes. Jorgito es el segundo de cuatro hijos producto de dicho matrimonio y quedó huérfano maternamente a la edad de seis años, por ese motivo, tuvo que irse a vivir con sus abuelos, Lina y Eulalio Girón, con ellos permaneció hasta los 13 años, luego se mudó a casa de su tío Teodoro Girón, sin embargo, al poco tiempo se independizó.

“Yo a esta mujer me la robé”, dice Jorgito, refiriéndose a su ahora esposa, Elvira Ramírez, con quien se juntó al abandonar la casa de su tío, relata que sus pensamientos no eran los de permanecer junto a ella durante toda su vida; sin embargo, con la llegada de sus hijos, su forma de ver las cosas cambió… “Compré mi primera Biblia, y voy encontrando un tema que dice que los hijos de los adúlteros no prevalecerán…”, según dice, ese fue el punto de partida para el matrimonio, se dieron el sí en 1977, cuando él tenía  24 años; es mayor cinco años que su esposa.

Su primera hija llegó cuando tenía 20 años, la nombraron Rubia Elizabeth Funes, misma que falleció en su infancia. Luego nació Mirna, Jorge, Marvin, Iliana, Estela, Glenda, Sandra y Wendy, en total nueve hijos, de los cuales han nacido 16 nietos. Actualmente todos los hijos han formado su familia.

Sus inicios en el liderazgo comunitario

En la década de los 80, Funes integró el primer comité pro mejoramiento del cantón El Cerro, en el cual desempeñó el rol de Secretario.

Los primeros proyectos que se gestionaron fueron en el área de educación, específicamente para los adultos a través del Plan Nacional de Alfabetización en un plan piloto. Este se realizó con éxito en las instalaciones de la primera escuela de la comunidad.

Como producto de la buena administración de dicho proyecto, comenta que junto a don Rigoberto Flores –en ese entonces estudiante universitario–, recibieron el apoyo de la embajada de Canadá en El Salvador, que les hizo una donación de 16,000 colones para invertir en la institución, recursos que fueron utilizados para la adquisición de mobiliario como pupitres, escritorios y sillas.

“Yo firmé ese cheque, vino a mi nombre y lo fui a cambiar al banco, que no me lo querían cambiar. Me lo retuvieron ocho días, llamaron para allá y luego me lo dieron”, relata el líder.

En esos tiempos laboraba en el Beneficio San Luis, Moncagua. Dice que tuvo que dar muchas vueltas para que todo saliera bien, al punto que ponía los proyectos de la comunidad por encima de todo.

El día de la entrega del dinero correspondiente a la donación, también tuvo varios obstáculos:

– Me dice don Héctor Campos: mirá ¿a vos qué te precisa más, tu comunidad o el trabajo?

– ¿Y usted qué le respondió?

– Le dije yo, mire, al menos no quiero que me pague el día, que me de el permiso. “Ya veo que te preocupás más por la comunidad, andáte, me dijo”.

Así, pues, cuando regresó con el dinero, le mostró a su jefe el porqué del permiso: “Mirá, Adolfo (el planillero), ni yo que soy estudiado no he sacado un cinco y mirá este campesino. Te voy a dar una semana para que sigás trabajando para la comunidad”, le dijo.

Proyectos que gestionó para El Cerro

En busca de una mejor calidad de vida para los ciudadanos, narra que después de esos dos avances, se interesó por gestionar con la misma embajada el proyecto de energía eléctrica, el cual abarcaba tres comunidades: El Cerro, Los negros y El Zapote.

Sin embargo, ese intento fue en vano, pues la comunidad no mostró interés, cuando se realizó la reunión que daría paso a la siguiente fase, solo llegaron tres personas. Al contrario en el caserío Llano El Higo del mismo cantón, donde sí se realizó el proyecto.

En ese orden de ideas, don Jorgito trabajó por muchos años en la política, y aunque asegura que no es fanático de los partidos políticos, lo hacía con el fin de llevar una mejora a su cantón.

En ese sentido, comenta el como apoyó durante su campaña a un candidato a alcalde de Moncagua, periodo en el que obtuvieron la victoria. “Cuando ganamos me mandó a llamar, me daba un cheque de 50,000 colones. ¿Y esto qué es?, le dije yo… Es para que pongás la luz desde la Reforma hasta tu casa”, le dijo.

Pero él quería un proyecto para todos, no solo para una parte de la comunidad, por lo que rechazó la oferta del edil, y siguió en la lucha. No obstante, las dificultades siguieron, pues cuando quiso realizar un segundo intento, tres de los miembros del comité que aún integraba, lo trataron de “loco” y lo destituyeron de su cargo.

Pasó el tiempo, y cuando la gente vio que el otro caserío sí tenía luz, entonces se animaron a apoyar la idea, pues hasta allá les tocaba ir a traer hielo para hacer fresco de horchata… y al fin se concretizó lo que Funes tanto anhelaba, la energía eléctrica fue una realidad para todas las comunidades allá por el 2001…

Por otra parte, el agua potable era otra de las necesidades para la población, por lo que integró nuevamente el comité y tomaron cartas en el asunto. “Cuando me mandaron a hacer una solicitud a la departamental de ANDA, ¿cuánto llevaba yo?, un colón en el bolsillo”, rememora.

Ese fue el primer paso, luego vinieron muchos esfuerzos, contra viento y marea la gestión duró alrededor de 20 años, fue hasta el 2006 que el proyecto se aprobó.

Sin embargo, aún aprobado, Rivas quien aún se encontraba en la administración, se oponía a dar paso a su ejecución, pues tenía riñas políticas con dos miembros del comité.

Por ese motivo tuvieron que pedir ayuda a la Gobernación Política Departamental, quienes con paso firme dieron la orden para que se iniciaran las labores de la mano de una corporación japonesa, quienes aportaron el 60 % de los gastos, mientras que la alcaldía y la comunidad sumaron el complemento.

En ese sentido, la perforación del pozo en el caserío Los Negros tuvo una inversión de alrededor de $12,000.00, que fue la primera etapa, pues al principio se compró un motor pequeño, y se construyó un tanque en el mismo terreno, posteriormente se instalaron tuberías en toda la comunidad y se hizo otro tanque en la zona alta para lograr lo que es hoy día.

Ya con un proyecto de esta magnitud, se formó la Asociación de Desarrollo Comunal (ADESCO), de la cual don Jorgito ocupó varios cargos, entre ellos el de Presidente.

Por otra parte, el acceso vial era dificultoso en el cantón, ya que el nombre describe exactamente el terreno: un cerro.

Relata que PRODERE Naciones Unidas quería fundar una colonia de 40 viviendas en la zona de la comunidad conocida como el tempisque, esto para quienes se desplazaron de diferentes partes del país por motivos de la guerra civil.

Sin embargo, dichas personas no aceptaron y se trasladaron a otros lugares. Aún así, el proyecto de habilitación de la carretera tuvo lugar poco después gracias al mismo programa, y tuvo una inversión de 320,000 colones.

Formó parte de la directiva de la escuela de la comunidad

Sentada en una silla de palo y confeccionando un pantalón de vestir color gris, Rosario Paiz, de 53 años de edad, dice que en el periodo de 1999-2007 estuvo trabajando en la directiva de padres del Centro Escolar Cantón el Cerro.

«Yo era la Presidenta, gracias a Dios estuve ahí por ocho años, y don Jorgito, él era Vocal, pero era un excelente Vocal, y como el cubre todos los otros lugares de cualquier directivo, así que ahí andaba siempre», explica niña Rosario.

«Él trabajó bastante a favor de nuestra comunidad, y si se le diera la oportunidad, él seguiría trabajando, porque es activo. Gracias a Dios que contamos con personas como él en el cantón», añade.

Fomentó la cultura a través de la música

Jorgito también fundó un conjunto musical en la comunidad, él tocaba el bajo y la batería, dicho grupo nació gracias al apoyo de una organización, quienes le brindaron los recursos para adquirir instrumentos y así amenizaban en eventos como los rezos.

Cuando el conjunto se disolvió, él vendió los instrumentos a un bajo costo, pues todo estaba a su nombre, dijo. Lo único que le quedó fue una guitarra acústica, a la que le dio uso posteriormente.

Él nació con el ritmo en la sangre, relata que estaba bien cipote, cuando una vez venía con las vacas, había un rezo, lo invitaron y se fue. Dejó solas a las reses y al siguiente día aguantó una regañada, porque no hubo leche, rememora.

Don Jorgito como líder religioso

Con una sonrisa, Funes relata sus inicios en la fe religiosa, dice que primero fue miembro durante seis meses de la iglesia evangélica Apóstoles y Profetas de El Salvador del mismo cantón, cuando Sabino Funes, su hermano, era el pastor.

La guitarra que se menciona anteriormente, la prestó a los hermanos para utilizarla en los cultos, pero poco después, ellos adquirieron sus propios instrumentos, y la dejaron de necesitar.

Entonces, como a él “le gustaba el trago” y además, le llamaron la atención porque le había prestado esa misma guitarra al grupo de hermanos católicos que en ese entonces se encontraban en sus inicios…

Fueron esas las razones por las cuales dejó de asistir a las reuniones que se realizaban, no obstante, poco después siguió su camino sumándose a la iglesia católica. Sin embargo, la estabilidad en ella, fue difícil de conseguir. Él recuerda que estuvo muy mal luego de emborracharse por una semana, y que el proceso de recuperación duró varios meses, pero luego pudo iniciar una nueva etapa, dice que alguien lo invitó a unos cursillos denominados “Vida en el Espíritu”, impartidos en la Parroquia Nuestra Señora de Candelaria de Moncagua.

Gracias a esto, desde hace más de 30 años, hasta hoy, sigue formando parte de la ermita católica Nuestro Señor de Esquipulas, donde se desempeña como Catequista y Ministro de Eucaristía.

Don Jorgito es un hombre que busca transmitir esa fe en las demás personas, por ese motivo ha instalado altavoces en el patio de su casa, para reproducir la misa todos los días –desde hace ocho años–. Este proceso es fácil para él, pues dice que siempre le gusta estar a la vanguardia de todo, la tecnología no es la excepción.

Desde su celular entra a Youtube, –también tiene wifi en su casa– y busca la misa del día para que la comunidad la escuche, lo hace por la mañana y por la tarde. Si no es la misa, son mensajes de Salvador Gómez.

Las malas caras del liderazgo para Jorgito

Los problemas ya mencionados no han sido los únicos, pues a parte de ser tachado de muchas cosas negativas, entre otras cualidades designadas por los mismos habitantes de las comunidades, una de las situaciones más complicadas las vivió en el tiempo de la guerra civil, un día a las 6:00 a. m., mientras se encontraba desayunando.

“Vinieron a mí (los guerrilleros) a que les diera yo impuesto de guerra, yo les dije: miren aquí se manejan 60,000 colones, pero yo solamente tengo acceso de meter al banco, no de extraer…”

Así, pues, como no consiguieron lo que querían, lo sacaron de su casa –solo tenían su primer hija–, niña Elvira se pegó detrás, para ver hasta dónde lo llevaban, pues en ese entonces, el que sacaban de su casa, no regresaba.

Mientras él elevaba oraciones, le dijeron: “mirá, te vas a quedar, no vayas a salir tres días, no has visto nada, conocémos donde vivís –lo dejaron en libertad–”.

Jorgito dice que anteriormente había recibido alertas por parte de uno de sus tíos que tenía una cantina y escuchaba las conversaciones de todos aquellos que vivían del agua ardiente. Pero él no hacía caso.

Ante todo esto él siguió trabajando a favor de la comunidad, retirándose de la ADESCO hace tres años; en sus últimos años de labor, se construyó la actual sede de la directiva del Cerro, sin duda don Jorgito es alguien que brilló con luz propia, y que marcó un antes y un después en la historia de dichas comunidades.

“La lectura de la Biblia es lo primero, de ahí, escuchar a los mayores, sus problemas y cómo los han resuelto. El llamado es para adultos y jóvenes, para todos los géneros”, dice, mientras recita versículos bíblicos.

La conversación que duró casi tres horas, concluyó con un vaso de soda de fresa. Mientras me decía que la comunidad necesita ser más participativa, apoyar a los líderes para aprovechar los proyectos.

“Es un padre ejemplar, digno de admirar por los trabajos que hace y la inteligencia que Dios les regaló para aprender tanto y brindarle su ayuda  aquellas personas que lo necesitan. Para mi es un padre súper genial, amable y respetuoso”, expresa Iliana Funes, su hija.

“La lectura de la Biblia es lo primero, de ahí, escuchar a los mayores, sus problemas y cómo los han resuelto. El llamado es para adultos y jóvenes, para todos los géneros»

Jorge Funes, líder comunitario

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