La tecnología puede ser ocupada por los jóvenes para leer o para distraerse de la lectura y pasar en redes sociales
“…la literatura explora la vida y esa es una materia que todos cursamos” (Garrido, 2005)
Por: David Bercían
El creciente fenómeno tecnológico ha sido causa, según muchos autores, de la condición aversiva hacia la lectura por parte de los jóvenes; estos, sustentan que el hecho educativo no cumple con su deber en fomentar propiciamente en los estudiantes el hábito desde la escuela; algunos docentes afirman que verdaderamente es en el hogar donde debiese fomentar esta práctica; algunos padres, a su vez, creen que el cambio en la sociedad ha hecho que sus hijos prefieran realizar otras actividades que al mero hecho de leer; culpando así a los cambios tecnológicos y culturales de la nueva era.
¿Por qué los jóvenes no leen realmente? ¿De quién es la culpa?
De acuerdo al informe brindado por la biblioteca de la Universidad de Oriente (UNIVO) Sede Central correspondiente al segundo trimestre del 2018, se reportó un total de 8,413 estudiantes que se acercaron por consultas de libros. De estos, 5,175 fueron mujeres y 3,238 hombres y solamente 145 son asiduos lectores.
Krissia Liliana Martínez, bibliotecóloga, considera que los nuevos avances tecnológicos han causado una pérdida considerable de jóvenes que gustan tomar un libro para leer: “hoy en día todo lo que necesitan (los estudiantes) está en internet; solamente copian y pegan información del primer sitio que encuentran y no se aseguran que sea información verídica”, también, atribuye dicha falta a los docentes que permiten esta acción, “muchos docentes no exigen a sus alumnos buscar referencias en los libros» afirmó.
Un aspecto que vale la pena destacar, es que la mayor parte de los estudiantes leen porque se les impone. Tal como se mostraba en los análisis anteriores, una mínima parte lo hace por preferencia o hábito, el resto, cuando un docente se los solicita ¿será esto un factor que incida en la problemática planteada?
Borges dice: “…la idea de la lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría hablar de felicidad obligatoria” (Borges: 1998.107)
Para autores como Borges, la idea de leer por obligación es absurda y pareciera que esta obligación podría alejar aún más al joven de los libros o textos en general. Ya que, usualmente no sólo se les obliga a leer dichos textos, sino que se les evalúa lo que han leído. Los jóvenes comúnmente son aversivos a las evaluaciones y relacionar los libros con ellas. Todo ello le hace ver al texto literario como algo lejano y que no proporciona ni placer ni diversión alguna.
La educación inicial tradicional llena de libros de texto, fragmentos de obras y otros géneros literarios; supone que debe ser aquella que enseñe a los niños a leer y escribir. Sin embargo, estos conceptos van mucho más allá de los comúnmente comprendidos. No se trata solo de enseñar a descifrar la unión de letras y saber que dice una palabra o frase, se trata de enseñar a comprender lo que se lee y fomentar un hábito.
No se le puede ordenar a un joven que lea como no se le puede ordenar que ame o que sueñe. La lectura debe ser un acto de placer y no tiene que estar signado por el temor, temor a una nota, temor a perder un curso, temor a una amonestación de parte de los padres o maestros (Álvarez, 2006)
Por tanto, no se puede culpar del todo al estudiante por no leer, la escuela tiene parte de la responsabilidad, pues al escoger los textos no se piensa en el joven actual que tiene sus raíces educativas en esta época del Internet. Los jóvenes de hoy poseen la capacidad de concentración jugar durante horas en sus dispositivos móviles o la paciencia enorme para ver muchas películas seguidas. Entonces, ¿por qué no leen? Tienen capacidad de concentración, son pacientes, resuelven problemas en la computadora; pero, aun así, tres páginas de un libro los vencen rápidamente.
A la mayoría de los niños no les gusta leer y no leen, pero es supuesto que en la escuela se enseña a leer, y todos van a la escuela. Esto significa que la escuela no es capaz de enseñarles a hacerlo. No ayudan ni a niños ni a jóvenes a entender que la lectura es una experiencia cultural bella por sí misma, que vale la pena, pero que sirve para otra cosa más que el simple hecho de entender cómo se forma una palabra. Si es, entonces, en la escuela donde se debería enseñar a leer; ¿cuáles son las dificultades que impiden a tantos niños llegar a adquirir el hábito de la lectura?
El problema más grave consiste en que los maestros leen poco. Un adulto al que no le gusta leer nunca podrá fomentar correctamente en sus alumnos esta actividad. Por ello, el maestro que quiere educar a los alumnos en la lectura deberá apasionarse con ella, antes que nada. La falta de tiempo, que muy frecuentemente se usa como justificación, es sólo una excusa: siempre se consigue tiempo para las cosas indispensables, aunque sea robándolo de otras actividades menos necesarias.
Hay que partir del hecho que el docente ama la lectura, si no es capaz de divertirse con ella y no le proporciona placer, no será capaz de enseñarles a los estudiantes que la literatura es agradable y un medio de conocer mundos que de otra manera sería imposible explorar (Tonucci, 1989)
Otra de las causas por las que los jóvenes no leen puede originarse en el hogar, en la forma como se educan los niños actualmente, esta crianza, generalmente está exenta del acto de la lectura.
Que un niño escuche o vea a un adulto leer un libro, es una experiencia cada día más rara, porque cada vez es más difícil encontrar tiempo para estar con los hijos y leerles algo. Está claro que la televisión tiene una gran responsabilidad al haberse apropiado del escaso tiempo que reúne a padres e hijos; otras responsabilidades han de atribuirse al cansancio, al ritmo de trabajo, al poco hábito de lectura. Pero como no todos los niños tienen padres capaces de garantizarles esta experiencia primaria, es necesario que la escuela se haga cargo del problema.
Los jóvenes de hoy crecieron arrullados por los medios audiovisuales. Recordemos que actualmente, en muchos hogares, la lectura del cuento antes de ir a la cama ha sido sustituida por un programa de televisión, esto los arrulla, los duerme y no la voz de algún familiar leyéndole un cuento y mostrándole las imágenes que lo acompañan. (Tonucci, 1989)
Actualmente la mayoría de los jóvenes utilizan internet. Sus actividades diarias se ven enmarcadas bajo este nuevo entorno de globalización e información. Se ha vuelto tan indispensable en su día a día que es difícil pensar en alguna actividad en la que esta no se vea de manifiesto. De acuerdo al licenciado en comunicaciones, Oscar Sosa el mayor problema que enfrentamos a la hora de describir el desinterés por la lectura, no es la tecnología, sino el uso que comúnmente le damos a esta. “Hay herramientas en internet, periódicos digitales, libros y documentos y ahora es mucho más fácil acceder a una buena lectura.”
Por su parte, Liliana Fuentes de Ventura, Coordinadora del periódico digital UNIVO News y actual docente de Periodismo y Literatura, afirma que: un estudiante que lee por cuenta propia siempre se diferencia de aquellos que no lo hacen, ya que hay una serie de características que posee gracias al hábito que se ha forjado y que el resto de chicos no las presentan: “hay un mayor orden de las ideas, sabe argumentar, hacer comparaciones, uso de sinónimos, hacer referencias y crear contextos sobre situaciones a la hora de escribir y comunicarse” además, afirma que el hecho de que los chicos no lean “es una cuestión cultural, y los culpables somos todos, al no emprender con los jóvenes la aventura de leer.”
El psicólogo Fredys Arquímides Claros, confirma sus palabras al decir que la lectura “estimula la comprensión de los textos, proporciona una mayor fluidez al expresarse, así como también mejora la personalidad y conducta de las personas; ya que, al leer, adquieres más vocabulario, con este, comprendes mejor lo que lees, cuando lo comprendes, te apropias de ellas y las reflejas en tu conducta. Te relacionas mejor con los demás… tener el hábito de la lectura te cambia para bien”
Leer o no leer, el contenido que se lee, la plataforma que se utiliza y el tiempo que se emplea para ello, es una decisión que cada joven debe tomar. Hay muchos factores que influyen en esta decisión; sus padres, sus maestros, el sistema educativo, la tecnología y la cultura. Sin embargo, leer es cuestión de voluntad. El único beneficiado por leer es quien lee y quienes leen lo demuestran. Como diría Miguel de Cervantes: “El que anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho.”