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Antonio Confesor, el sacerdote que creció en pobreza y vive la pobreza con sus feligreses

Por: Nency Villegas | Fotos: cortesía

Antonio Confesor tiene 54 años de edad y es un sacerdote reconocido a nivel nacional por liderar protestas en contra de la construcción de la represa El Chaparral; actualmente se encuentra desempeñando su labor con mucho entusiasmo y carisma en el municipio de Nuevo Edén de San Juan, San Miguel.

Confesor nació en el municipio de El Triunfo, Usulután, el 14 de noviembre del año 1966; creció en pobreza extrema, junto a sus cuatro hermanos; su papá, Santos Hernández, era militar; mientras que su mamá, Lucila Carballo, murió cuando él tenía 5 años de edad.

Después del fallecimiento de su madre, su tía María Elena Hernández –por parte de papá– los protegió, por lo que se mudaron al cantón El Caulote, jurisdicción de Mercedes Umaña, en el mismo departamento. Con inspiración, él menciona que fue una niñez muy linda, pues “era tan bonito vivir a la par de un río, mi papá de crianza: Salvador Campos y mi mamá María, alquilaban un terreno de 35 manzanas, ellos nos criaron a mis hermanos y a mí junto con tres primos y por todos éramos 10 personas viviendo en el mismo hogar”, rememora.

El padre Confesor creció trabajando en el campo, sus papá de crianza como él menciona, les enseñó a cultivar maíz, maicillo y frijoles, “sentíamos tan bonito cuando mi mamá llegaba a dejarnos la comida, nos sentábamos en el suelo, bajo la sombra de un árbol”… con una sonrisa en su rostro, recuerda las palabras que su papá les decía: el trabajo del cipote es poco, pero el que lo desperdicia es un loco, y con mucho orgullo, menciona que el trabajo es muy necesario, asimismo, señala que en su ambiente familiar siempre le enseñaron que todo lo que tenían era de todos y que compartir era un acto fundamental.

En el tiempo de la guerra, a la edad de once años, comenzó a estudiar el primer grado en la escuela Rural Mixta número uno de Mercedes Umaña, en tercer grado tuvo que dejar el estudio debido a la situación difícil de la guerra, pero a finales de ese año, su maestra le entregó el certificado de tercer grado y le pidió que siguiera estudiando el cuarto.

Fue así como siguió sus estudios, pero el afán no había terminado, ya en noveno grado, la crisis económica que vivían nuevamente le impidió continuar, ya que su mamá necesitaba a alguien que le ayudara y él sin pensarlo se ofreció para quedarse y colaborar en los quehaceres del hogar, Antonio sin ninguna vergüenza iba al molino mientras que su mamá hacía las tortillas, recuerda que tenían una vaca y con mucho entusiasmo él se encargaba de salir a vender la leche.

A pesar de todo, seguía viva la esperanza de que el siguiente año retomaría las clases, se aproximaban los días de ir a la escuela y en ese momento el destino le dio una segunda oportunidad, su maestra le dijo que podía empezar a estudiar el noveno grado, con la única sugerencia: se tenía que ganar uno de los primeros tres lugares en rendimiento académico; él recuerda con una sonrisa que habían dos compañeros a los cuales no les podía ganar en las notas, pero sí en ser un buen líder ya que el era el mayor de todos y sus compañeros le tenían mucho respeto.

Su madre, María, fue catequista, por lo que Antonio –junto con sus hermanos– recibían la catequesis en casa, esa fue la razón por la que él también se convirtió en uno. Gloria Esperanza Hernández, una señora conocida, lo llevó al seminario cuando él tenía 21 años, ahí cursó tres años –en el seminario Santiago Apóstol–, en el municipio de Santiago de María, y siete años en el seminario mayor San José de la Montaña, mientras que en el último año, el obispo, Monseñor Cabrera, le pidió que hiciera la carta de petición de ordenación sacerdotal.

Así, pues, el bachillerato General lo realizó dentro del seminario menor; en el seminario mayor se encontraban varias áreas, como lo académico, espiritual y humano, lo que los lleva a tener una formación integral, fue de esa manera fue creciendo en el ámbito sacerdotal.

Su primer parroquia fue en Jiquilisco y abarcaba el puerto El Triunfo, Antonio recuerda que en ese lugar hizo la primera exposición del Santísimo, una práctica en la religión católica en la que se realiza una oración frente al Santísimo Sacramento, luego el obispo Cabrera lo mandó hacia la parroquia de Mercedes Umaña, donde estuvo durante tres meses, posteriormente se mudó para Sonsonate y nueve meses después Cabrera lo llamó y lo mandó por 18 años para San Antonio del Mosco –un lugar donde persiste la pobreza extrema–.

“Lo que más me marcó fue estar al lado de los pobres, sentí algo bonito porque de ahí vengo, de la pobreza”, asegura. Recuerda que tuvo una conversación con el señor obispo y su respuesta fue el consejo del millón como él lo llama.

-Antonio: ¡Señor Obispo! Yo lloro cuando veo la pobreza ¿Qué hago?

-Obispo: ¡Hijo! Aprenda a vivir como viven los pobres.

Antonio solamente le respondió con el típico “gracias” y empezó a vivir así, sin el desayuno, siempre iba a pedir la comida del almuerzo, algunas veces cenaba y otras no, pero a pesar de la situación él se sentía bien estando en ese lugar, ahí conoció a políticos, organizaciones y muchas personas que llegaron a quererlo y respetarlo, tuvo de enemigo al gobierno de Francisco Flores, que ordenó a la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL) a construir la Presa El Chaparral y fue ahí donde surgió el problema; después de ese gobierno entró el de Elías Antonio Saca, Mauricio Funes y luego Sánchez Cerén, y a todos esos gobiernos Antonio junto con la gente del lugar manifestaban que ese proyecto era una amenaza para ellos, su imagen llegó a varios medios de comunicación a nivel nacional en el año 2009.

“Llegaban los dueños de los medios televisivos y me decían: padrecito no se vaya a sentir mal pero en este medio le van a tirar con todo, ya dijeron que lo van a denunciar como cura farsante”, le decían; pero Confesor dice que él hablaba en nombre de Dios, cuando se hacían encuestas la mayoría de la gente no estaba a favor de que se construyera esa presa. Sin embargo, en la actualidad El Chaparral ya es un hecho, Confesor no se arrepiente de haber contribuido para el bienestar de su gente, aunque recibió un sinfín de críticas y amenazas, siempre mantuvo la voz en alto para defender los derechos de su pueblo.

Confesor ahora enfatiza en la corrupción de gobiernos anteriores: “Saca ahora está preso, involucrado en toda la corrupción del Chaparral, al igual que Funes con seis órdenes de captura a nivel internacional y luego Sánchez Cerén, cuando era candidato a la vicepresidencia llegó a la parroquia de San Antonio del Mosco, le di la mano y le recordé que había dicho que no iba a hacer la presa”, relata.

El sacerdote aclara que nunca caminó por un interés personal, “algunas veces hicimos marchas desde San Antonio hasta la Casa Presidencial y Funes nunca nos quiso recibir, mejor se fue en su helicóptero a formar con su grupo de amigos”. Esa situación lo llevó a tener problemas con el obispo Monseñor, el cual le pedía que se apartara de ese pleito de el chaparral con la frase: “dé al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, pero confesor le respondió: “Monseñor, por favor, dígame qué es lo que el César ha creado para dárselo y qué es lo que Dios no ha creado para negárselo”…

Al observar la crisis que las personas estaban pasando, Confesor decidió unirse y llevar a cabo las denuncias contra el gobierno, recibía amenazas de muerte pero hasta el día de hoy manifiesta que Dios ha estado con él.

Muchos obispos lo apoyaban y lo llegaban a visitar, mientras que a otros no les gustaba, ya que confesor a la primera oportunidad denunciaba la corrupción que los gobiernos tenían, –el gobierno está unido al poder de la iglesia–, hubo un momento que Antonio cuenta que le causó gracia, porque se realizó una reunión donde estaba la presencia del obispo Cabrera, los del Consejo Ejecutivo Nacional (COENA) y Saca, la petición que el expresidente hizo al obispo fue que sacara al padre Antonio Confesor de San Antonio del Mosco, mientras que la respuesta del señor obispo fue “¿para dónde lo mando?”, no había otro lugar donde mantenerlo más arrinconado.

Asimismo recibía opiniones de sus compañeros, uno de ellos le dijo: “para mí siempre será un misterio que usted amara tanto San Antonio del Mosco”, Confesor afirma que niños que el conoció y verlos de diez y ocho años ya realizados, otros casados, recalca que cuando él llegó no había bachillerato y apenas unas escuelas con noveno grado, por lo tanto, se creó un bachillerato a distancia y de ahí salieron dos sacerdotes, una doctora y algunas enfermeras en el año 2012.

Antonio dice que se aprende mucho en el seminario, pero se aprende más junto a la gente, agrega una anécdota de un claro ejemplo, “yo miraba seguido a una señora con su hijo alcohólico, donde el hijo caía, ahí se sentaba ella a su lado, llegaba desde Chilamo hasta el pueblo de San Antonio y se iban a pie hasta Ciudad Barrios, una vez los encontré y paré con violencia el carro, me bajé del carro y le dije:

-señora, ¡usted me cae mal!

-¡Padrecito! ¿Por qué?

-Porque ese bolo ahí va a quedar y usted se va a morir (con respeto y cariño)

-Tiene razón padrecito, porque para usted es “el bolo”, pero para mí es “mi hijo”

-Gracias, señora»- asegura fue su reacción.

Simplemente no encontró qué palabras decirle a la señora, y recalca que él aprende de la gente…todos los días, de su sencillez y de su amor.

“Algunas veces hicimos marchas desde San Antonio hasta la Casa Presidencial y Funes nunca nos quiso recibir,

Antonio Confesor, sacerdote
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Redacción UNIVO NEWS

Equipo de periodistas, estudiantes, editores y productores de la Carrera de Comunicaciones de la Universidad de Oriente UNIVO.

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