El horno encendido de la memoria

En Sesori, distrito de San Miguel Norte, una artesana mantiene viva la tradición de la quesadilla y el pan artesanal, desde una casa salvadoreña con horno de barro y sabor a herencia.
Por J. Chávez
En medio de una casa sencilla, hecha con materiales típicos del campo salvadoreño, el calor de un horno de barro sigue siendo parte del día a día. En este espacio lleno de historia y tradición, una mujer de Sesori, en San Miguel Norte, continúa preparando quesadillas y pan artesanal como se hacía décadas atrás.
Las quesadillas salvadoreñas, famosas por su sabor dulce, se elaboran con harina de arroz, queso rallado y crema. Al hornearlas, desprenden un aroma que llena todo el lugar y que muchos recuerdan con nostalgia. Encima llevan ajonjolí, ese toque clásico que no puede faltar.

Junto a ellas también se hornea pan artesanal, hecho con pocos ingredientes, pero con mucha dedicación. Todo se trabaja a mano: desde la mezcla, el amasado y la cocción, hasta el momento en que se sacan del horno, doraditos y listos para acompañar el café.
Lo más especial de este lugar no solo es la receta, sino la forma en que se prepara: con paciencia, cariño y respeto por las costumbres heredadas. El horno de barro no es solo una herramienta, es parte de una cultura que se resiste a desaparecer.
En comunidades como Sesori, aún hay quienes prefieren lo hecho en casa, lo que sabe a campo, a infancia y a familia reunida. Mantener viva esta costumbre es también una forma de conservar la identidad como salvadoreños.

Cada quesadilla y cada pan nos recuerdan que la tradición sigue viva mientras haya manos que amasen, hornos que ardan y corazones que crean en lo nuestro. Mientras en Sesori se enciendan hornos de barro y se amase con orgullo, la tradición salvadoreña seguirá viva. Porque hay sabores que no se olvidan… y raíces que jamás se queman.