El 22 de enero de 1901, el Reino Unido y gran parte del Imperio Británico se despidieron de una de sus figuras más emblemáticas: la Reina Victoria, quien falleció a la edad de 81 años en el Palacio de Osborne, en la Isla de Wight. Su muerte marcó el fin de una era de profundas transformaciones sociales, políticas y económicas, y dio cierre al período conocido como la Era Victoriana, una época de prosperidad y expansión del imperio que llevó a Gran Bretaña a convertirse en la potencia mundial dominante de la época.
Por F. Martínez
La Reina Victoria ascendió al trono en 1837, tras la muerte de su tío, el Rey Guillermo IV, cuando apenas tenía 18 años. Durante su extenso reinado, que se extendió por más de seis décadas, fue testigo de grandes cambios en el Reino Unido y en el mundo. Su liderazgo abarcó la Revolución Industrial, una época de avances tecnológicos, crecimiento económico y expansión del Imperio Británico a través de colonias en África, Asia y el Pacífico.
Bajo su gobierno, se consolidaron valores como la moralidad estricta, el deber y la familia, los cuales dejaron una huella perdurable en la sociedad británica y en muchas otras naciones del mundo. La Reina Victoria también fue una figura que representaba estabilidad y continuidad, especialmente durante tiempos de incertidumbre política, como las Guerras Mundiales, la lucha por los derechos de las mujeres y las tensiones internas del imperio.
La muerte de la Reina Victoria marcó el fin de un período caracterizado por el progreso en ciencia, cultura y el sistema de clases sociales que definieron a la sociedad británica de la época. Su hijo, el Rey Eduardo VII, ascendió al trono, dando inicio a la Era Eduardiana y dejando atrás una sociedad que, aunque aún reflejaba muchas de las características victorianas, empezaba a experimentar los cambios y desafíos del siglo XX.
El legado de la Reina Victoria sigue vivo hoy, no solo a través de la figura de la monarquía, que perdura en la familia real británica, sino también en la influencia cultural, política y económica que Gran Bretaña y el Imperio Británico tuvieron en el mundo durante su reinado.
En su muerte, se cierra un capítulo importante de la historia del Reino Unido, y se abre uno nuevo, con desafíos y oportunidades diferentes, pero siempre marcados por la huella de quien fue, durante más de seis décadas, la soberana de uno de los imperios más poderosos de la historia.
