
Tener plantas en el hogar mejora la salud mental, el ambiente y fomenta la conexión con la naturaleza.
Por F. Martínez
En un mundo donde el ritmo acelerado de la vida urbana deja poco espacio para la tranquilidad, las plantas se han convertido en aliadas silenciosas del bienestar. Más que un elemento decorativo, tener un jardín o cultivar plantas en casa representa un acto de conexión con la naturaleza y una fuente de beneficios físicos y emocionales.
Diversos estudios han demostrado que el contacto frecuente con áreas verdes reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y favorece la concentración. Al mismo tiempo, plantas como la sansevieria, el potus o el helecho ayudan a purificar el aire interior, regulan la humedad y reducen la presencia de partículas contaminantes.
Además, cuidar de un jardín o incluso de una pequeña maceta promueve hábitos de paciencia y responsabilidad. En hogares con niños o adultos mayores, el cultivo de plantas puede convertirse en una actividad terapéutica y educativa.

En el país, donde las condiciones climáticas favorecen la diversidad de especies, tener un jardín casero también puede convertirse en un refugio de biodiversidad urbana: desde mariposas hasta aves pequeñas encuentran un espacio para coexistir con el ser humano.
Más que una tendencia estética, el verde en casa es una necesidad vital. Rodearse de naturaleza no solo embellece, sino que también sana. En tiempos donde el aislamiento, la contaminación y el estrés ganan terreno, un jardín es una declaración personal de cuidado y equilibrio.