La península de Yucatán alberga más de 7,000 cenotes, sistemas naturales que enfrentan amenazas debido al desarrollo desmedido y la contaminación.
Por Anny Scarlet Martínez
Los cenotes de México son sumideros formados por la erosión de la piedra caliza, resultado de fenómenos geológicos ocurridos hace millones de años. A lo largo de la historia, estos espacios naturales fueron esenciales para las antiguas civilizaciones, como los mayas, quienes los consideraban lugares sagrados. Hoy en día, continúan siendo una fuente vital de agua dulce en la región.
A lo largo de la península de Yucatán, los cenotes no solo sirven de refugio para diversas especies acuáticas, sino que también son un atractivo para los turistas, quienes se sienten atraídos por sus aguas cristalinas y paisajes subterráneos.
Los apneístas, especialmente, buscan estos espacios para practicar su deporte en un entorno único. Sin embargo, estos lugares no están exentos de riesgos. El mal manejo de desechos y el crecimiento urbanístico en zonas cercanas aumentan la probabilidad de contaminación, poniendo en peligro la biodiversidad local.
Pese a los esfuerzos de protección y conservación por parte de algunos sectores, la presión sobre los cenotes sigue creciendo. Los turistas que visitan estos lugares pueden contribuir a su preservación si optan por prácticas responsables, como evitar el uso de productos químicos que puedan dañar los ecosistemas acuáticos. Sin embargo, las amenazas continúan latentes, y es esencial que las autoridades y la sociedad trabajen juntos para asegurar su conservación a largo plazo.
Los cenotes, más allá de su belleza, son un recordatorio de la necesidad de balancear el turismo con la protección ambiental. Sin una gestión adecuada, estos sitios podrían desaparecer, y con ellos, una parte invaluable del patrimonio natural de México.
