¿Alguna vez has sentido que reconoces a alguien sin recordar de dónde? Este fenómeno cotidiano ilustra cómo recordar y saber son procesos distintos en nuestra mente, cada uno con funciones específicas y sorprendentes implicaciones para nuestra vida diaria.
Por Anny Martínez
La memoria es un terreno complejo en el que saber y recordar coexisten, pero no siempre van de la mano. Por ejemplo, podemos identificar un rostro familiar sin evocar detalles sobre el momento en que lo conocimos. Esto ocurre porque nuestra memoria declarativa se divide en dos: la memoria episódica, que almacena recuerdos específicos, y la memoria semántica, que guarda conocimientos generales.
Estudios han demostrado que el hipocampo juega un papel crucial en la memoria episódica. Este proceso permite revivir con detalle eventos de nuestro pasado, como el último cumpleaños o un desayuno reciente. Sin embargo, cuando el hipocampo sufre daños, las personas pueden perder la capacidad de crear nuevos recuerdos episódicos, aunque su memoria semántica permanezca intacta.
Casos como el de tres niños estudiados por la psicóloga Faraneh Vargha-Khadem desafían las nociones tradicionales sobre la memoria. Estos niños, con daño temprano en el hipocampo, no podían recordar experiencias recientes, pero adquirieron vocabulario, asistieron a la escuela y comprendieron su entorno sin problemas. Este fenómeno sugiere que el conocimiento semántico puede desarrollarse incluso sin recuerdos episódicos detallados.
Un ejemplo fascinante es el de un niño, quien, tras usar las escaleras en lugar del ascensor por una avería, afirmó haber subido como siempre lo hacía: en el ascensor. Sin recordar el evento, el pequeño usó su conocimiento semántico para dar una respuesta lógica.
Estos hallazgos nos enseñan que nuestras experiencias, aunque no las recordemos con claridad, contribuyen a nuestra comprensión del mundo. Saber y recordar son dos caras de la misma moneda, cada una imprescindible para navegar por nuestra realidad
