Este sábado, como cada 3 de mayo, miles de salvadoreños celebran el tradicional Día de la Cruz, una costumbre popular profundamente arraigada en la cultura nacional, que combina elementos religiosos y costumbristas, y marca el inicio simbólico de la temporada lluviosa en el país.
Por M. Del Cid
La celebración consiste en colocar una cruz de madera a menudo decorada con papel de colores en patios, jardines, plazas y espacios públicos, adornada con frutas de la temporada como mangos, jocotes, nances, cañas de azúcar y flores, como símbolo de gratitud por los frutos de la tierra y de petición por una buena cosecha.
Para muchos, esta tradición tiene un carácter religioso, vinculada a la cruz cristiana, mientras que para otros representa un rito ancestral relacionado con la fertilidad de la tierra. En algunos hogares, se acostumbra a rezar frente a la cruz o realizar pequeñas ofrendas.
La festividad también tiene un importante componente social y comunitario, ya que invita a la convivencia entre vecinos, estudiantes, docentes y familias, quienes colaboran en la elaboración y decoración de las cruces.
El Día de la Cruz no solo es una expresión de fe o devoción popular, sino un reflejo de la riqueza cultural salvadoreña que, a pesar del paso del tiempo, sigue viva en generaciones jóvenes y mayores.
