
El consumo excesivo de refrescos azucarados se relaciona con enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad y problemas cardiovasculares.
Por F. Martínez
A pesar de su gran popularidad en todo el mundo, las bebidas gaseosas representan un serio riesgo para la salud pública. Su alto contenido de azúcar, aditivos y cafeína ha sido objeto de numerosos estudios que advierten sobre sus efectos a largo plazo. Según los expertos en nutrición, el consumo frecuente de refrescos está relacionado con el aumento de peso, la resistencia a la insulina y la acumulación de grasa abdominal, factores que elevan el riesgo de desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares.
Además, las bebidas carbonatadas también pueden perjudicar la salud dental debido a su acidez, que puede desgastar el esmalte de los dientes. En niños y adolescentes, el consumo constante de estas bebidas puede desplazar la ingesta de agua o leche, que son esenciales para un desarrollo saludable. Aunque algunas marcas ofrecen versiones “light” o “sin azúcar”, los especialistas advierten que los edulcorantes artificiales también pueden alterar el metabolismo y fomentar hábitos de consumo poco saludables.
Los profesionales de la salud recomiendan reducir al mínimo su consumo y optar por alternativas más saludables como el agua, infusiones naturales o jugos sin azúcar. La concientización sobre sus consecuencias es fundamental para promover una cultura de prevención y bienestar.