Pueblos llenos de color, gastronomía, naturaleza y arte convierten a la Ruta de las Flores en uno de los destinos más vibrantes del país.
Por F. Martínez
Ubicada entre los departamentos de Ahuachapán y Sonsonate, la Ruta de las Flores es un corredor turístico que recorre algunos de los pueblos más pintorescos y culturales de El Salvador. Su nombre proviene de la abundante floración que adorna sus caminos, especialmente entre noviembre y febrero, pero su oferta turística se mantiene viva durante todo el año.
El recorrido inicia en Nahuizalco, conocido por su mercado artesanal nocturno iluminado con velas, y continúa por Salcoatitán, un pequeño pueblo de aire colonial. Juayúa, por su parte, se ha convertido en un punto de encuentro gastronómico cada fin de semana, mientras que Apaneca ofrece actividades de aventura como canopy, rutas en cuatrimoto y senderismo entre cafetales. Finalmente, Concepción de Ataco, con sus murales coloridos y tiendas de artesanía, cierra la ruta con una experiencia cultural vibrante.
La Ruta de las Flores también es famosa por su café de altura, cultivado en las montañas de la zona. Los visitantes pueden disfrutar de recorridos en fincas, degustaciones y experiencias inmersivas que muestran el proceso del grano desde la planta hasta la taza. A esto se suma una variada gastronomía que incluye pupusas, yuca con chicharrón, postres típicos y platillos gourmet en restaurantes locales.
Ya sea por un paseo de fin de semana o una escapada más larga, la Ruta de las Flores representa una experiencia turística completa, ideal para quienes buscan descubrir la riqueza cultural, natural y culinaria de El Salvador. Su mezcla de tradición, aventura y hospitalidad convierte a esta ruta en un destino imperdible del occidente del país.
