México enciende la tradición: altares y memoria anuncian la llegada del Día de Muertos

A partir del 24 de octubre inició la colocación de ofrendas que dieron vida a una de las celebraciones más emblemáticas del país, donde el amor trasciende la muerte.
Por J. Chávez/ W. Márquez
En México, la espera termina cada 24 de octubre. Con el inicio de la novena, los hogares, plazas y espacios públicos se transforman con altares que honran la memoria de quienes ya no están físicamente, pero continúan presentes en el corazón de las familias. Es el preámbulo del Día de Muertos, una de las tradiciones más profundas de la identidad mexicana, reconocida por su significado espiritual y su riqueza cultural.
Las ofrendas, cuidadosamente preparadas, se convierten en un puente simbólico entre el mundo de los vivos y el de los difuntos. La flor de cempasúchil, con su característico color naranja, marca el camino del regreso; el copal purifica el espacio; las velas iluminan el reencuentro. El pan de muerto recuerda el ciclo de la vida; el agua calma el cansancio del viaje; y los platillos favoritos de los seres amados evocan la convivencia que un día existió. No es un acto de despedida, sino de bienvenida.
Cada región del país aporta su esencia a esta práctica ancestral. En el centro de México, los altares se alzan en varios niveles que representan planos espirituales; en Oaxaca, las ofrendas se acompañan de comparsas llenas de música; en Michoacán, los rituales purépechas se viven frente al lago de Pátzcuaro con una solemnidad que conmueve a quien lo presencia. En zonas rurales, las familias pasan la noche en los cementerios, adornando las tumbas mientras comparten recuerdos y oraciones.
El Día de Muertos es una herencia de raíces prehispánicas que sobrevivió al paso del tiempo y al encuentro de culturas. Su permanencia se sostiene en la certeza de que la muerte no interrumpe los lazos del afecto. “El amor no muere, solo cambia de forma y se enciende cada año en la luz de una vela”, dicen muchos al observar el altar terminado, como un abrazo que traspasa fronteras invisibles.
La tradición no solo honra la memoria familiar: también fortalece el sentido de comunidad. Asociaciones culturales, escuelas y gobiernos locales realizan actividades para preservar la costumbre en las nuevas generaciones, quienes aprenden que recordar es también un acto de agradecimiento. Artesanos, floricultores y panaderos encuentran en estas fechas un punto importante para compartir su oficio y mantener viva la economía local.
Entre aromas de incienso, papel picado que danza con el viento y fotografías que cuentan historias, México se prepara una vez más para abrir la puerta entre dos mundos. El Día de Muertos no es una celebración del adiós, sino del reencuentro. A partir del 24 de octubre, cada altar se convierte en un testimonio de que la memoria tiene color, sabor y luz.




