
La isquemia cerebral es una condición médica crítica que ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia el cerebro se interrumpe o disminuye, privando a las células cerebrales de oxígeno y nutrientes esenciales. Este problema puede resultar en daño cerebral, ya que las células nerviosas son extremadamente sensibles a la falta de oxígeno.
Por M. Del Cid
Existen dos tipos de isquemia cerebral: la transitoria y la permanente. La isquemia transitoria, o ataque isquémico transitorio (AIT), es un episodio breve donde el flujo sanguíneo se reduce temporalmente, pero se restaura antes de que ocurra daño permanente. Sin embargo, aunque los síntomas desaparezcan, los AIT son señales de advertencia de posibles accidentes cerebrovasculares (ACV) en el futuro.
Por otro lado, la isquemia cerebral permanente, que puede derivar en un ACV, provoca daños irreversibles en el cerebro debido a la prolongada falta de sangre, resultando en déficits neurológicos como parálisis o problemas de habla y memoria.
Las principales causas de la isquemia cerebral incluyen la obstrucción de los vasos sanguíneos por coágulos, placas de grasa o el estrechamiento de estos. Factores como la hipertensión, diabetes, colesterol alto y el tabaquismo aumentan el riesgo de sufrir esta afección.
El tratamiento varía dependiendo de la gravedad, e incluye medicamentos para disolver coágulos o procedimientos quirúrgicos. La prevención sigue siendo fundamental, por lo que mantener un estilo de vida saludable es crucial para reducir el riesgo de isquemia cerebral.