Fatiga, insomnio y cambios en el estado de ánimo son algunos de los efectos del jet lag, un síndrome que altera el reloj biológico y afecta a miles de viajeros cada año, especialmente en trayectos transcontinentales.
Por Anny Scarlet Martínez
Viajar en avión a destinos con horarios diferentes puede ser una experiencia emocionante, pero también representa un desafío para el cuerpo humano. Este desfase horario, conocido como jet lag, ocurre cuando el ritmo circadiano, encargado de regular funciones como el sueño, se desajusta al cruzar varias zonas horarias en poco tiempo.
El ritmo circadiano, que controla ciclos de sueño y vigilia, depende en gran medida de la exposición a la luz. Según expertos, al llegar a un lugar con horario distinto, el cuerpo recibe señales confusas. Por ejemplo, si hay luz diurna en el destino, pero el reloj interno marca noche, se produce un desbalance que puede tardar días en corregirse.
Los síntomas varían de persona a persona, pero los más comunes incluyen cansancio extremo, insomnio, cambios de humor y dificultades de concentración. En algunos casos, también se reportan problemas digestivos como náuseas o pérdida de apetito. La duración del jet lag depende de la cantidad de husos horarios cruzados y de la capacidad individual de adaptación.
Para mitigar los efectos, especialistas sugieren medidas como ajustar gradualmente los horarios de sueño antes del viaje, mantenerse hidratado y exponerse a la luz adecuada en el destino. En vuelos largos, realizar ejercicios simples para mejorar la circulación también puede ayudar, aunque no influye directamente en la regulación del reloj biológico.
El uso de melatonina y somníferos es una opción, pero los expertos advierten sobre posibles efectos secundarios y recomiendan precaución. Beber alcohol durante el vuelo, en cambio, puede empeorar los síntomas.
Enfrentar el jet lag requiere paciencia y estrategias prácticas para minimizar su impacto, especialmente en quienes deben cumplir con actividades importantes poco después de aterrizar. El reto de sincronizar cuerpo y mente con un nuevo horario sigue siendo un desafío para la ciencia y los viajeros frecuentes.