Desde la votación de los cardenales hasta el humo blanco, un vistazo al ritual en la Capilla Sixtina.
Por Luis Hernández
En el corazón del Vaticano, un antiguo ritual se despliega cada vez que se necesita elegir un nuevo Papa. El cónclave, que reúne a los cardenales electores, es un proceso meticuloso cargado de tradiciones que han perdurado a lo largo de los siglos. Este exclusivo grupo de cardenales, compuesto por aquellos menores de 80 años, se reúne en la Capilla Sixtina, un lugar que no solo es un símbolo de la fe católica, sino también el escenario de decisiones que impactan a millones de fieles en todo el mundo.
La votación comienza con una ceremonia de apertura, donde se establece la solemnidad del evento. Los cardenales, tras un período de reflexión y oración, emiten su voto en secreto, utilizando papeletas en las que se inscriben los nombres de los candidatos. Cada voto es un acto de profunda responsabilidad, ya que el elegido deberá guiar a la Iglesia en tiempos de incertidumbre.
Una vez completada la votación, las papeletas se recogen y se cuentan. Si ningún candidato obtiene la mayoría necesaria, se procede a una nueva ronda de votaciones. Este proceso puede repetirse varias veces, y la tensión en la Capilla Sixtina es palpable. Finalmente, cuando se alcanza un consenso, el resultado se hace público de forma simbólica: el humo blanco que sale de la chimenea de la estufa de hierro fundido, instalada en 1939, indica que se ha elegido un nuevo Papa.
Este ritual no solo destaca la importancia de la elección papal, sino que también refleja la rica historia y el profundo significado de la tradición católica. A medida que el mundo espera, el cónclave se convierte en un recordatorio de la unidad y la fe que unen a los católicos en todo el planeta.
