Aunque la mayoría de las sociedades fija la adultez a los 18 años, la neurociencia muestra que el cerebro sigue desarrollándose mucho más allá de esa edad, cuestionando cuándo realmente nos volvemos «adultos».
Por Anny Scarlet Martínez
El cerebro humano sigue evolucionando hasta los 25 años o incluso más. Aunque a los 18 años se nos considera adultos para votar, casarnos o enfrentar responsabilidades legales, la neurociencia revela que aún no estamos completamente «listos».
Según Leah H. Somerville, neurocientífica de Harvard, el desarrollo cerebral empieza desde la parte posterior y avanza hacia los lóbulos frontales, encargados de la planificación y el control emocional, siendo las últimas áreas en alcanzar su madurez. Es por ello que muchas de las decisiones más complejas no se procesan igual a los 18 que a los 25 años.
El cerebro alcanza su tamaño adulto a los 10 años, pero eso no significa que esté completamente desarrollado. Las conexiones neuronales continúan fortaleciéndose y reorganizándose hasta bien entrados los 20, lo que afecta cómo pensamos, decidimos y reaccionamos ante emociones intensas.
Este hallazgo tiene importantes implicaciones, estudios recientes han demostrado que, ante situaciones emocionales intensas, los adolescentes y jóvenes adultos suelen actuar de forma impulsiva debido a que su sistema cerebral aún no controla por completo sus emociones.
El psicólogo Laurence Steinberg propone incluso reducir la edad mínima para votar a los 16 años, basándose en investigaciones que demuestran que los jóvenes de esta edad tienen un razonamiento lógico equiparable al de un adulto. Sin embargo, los neurocientíficos coinciden en que, aunque las capacidades cognitivas pueden estar presentes, las emociones siguen influyendo de manera más intensa en las decisiones de los más jóvenes.
A pesar de todo, Somerville insiste en que no hay un punto exacto donde podamos decir que el cerebro ha terminado de desarrollarse. El proceso de maduración es gradual y continúa mucho más allá de los 25 años, obligándonos a replantear lo que significa realmente ser un adulto.
Así, aunque la ley nos considere adultos a los 18, nuestro cerebro sigue en camino de alcanzar su pleno potencial. Esta realidad plantea preguntas importantes sobre cómo deberíamos entender la madurez y la responsabilidad en las distintas etapas de la vida.