
Durante las noches de la temporada seca, estos insectos emergen en distintas zonas del territorio nacional, marcando con su canto el ambiente típico de esta época.
Por F. Martínez
En pleno desarrollo de la Semana Santa, uno de los sonidos más característicos en muchas regiones del territorio nacional es el canto inconfundible de las chicharras. Estas criaturas, que permanecen bajo tierra durante años, emergen justo en los meses más calurosos del año, coincidiendo con el periodo cuaresmal y las celebraciones religiosas.
La presencia de las chicharras no está vinculada a aspectos religiosos, sino a condiciones climáticas. Con el aumento de temperaturas y la persistente sequía, estos insectos completan su ciclo de vida emergiendo del subsuelo para reproducirse. El canto que resuena por las tardes y noches es emitido por los machos como parte de su ritual de apareamiento.
Esta fase, aunque breve, deja una huella sonora en el entorno, que ya forma parte del imaginario colectivo de la Semana Santa en El Salvador. Su aparición no solo representa un fenómeno biológico, sino también un recordatorio de que la naturaleza mantiene su propio ritmo, acompasado con las tradiciones y el calendario cultural del país.
Mientras miles de salvadoreños participan en procesiones, actividades religiosas o se toman un descanso en familia, las chicharras continúan su llamado desde los árboles, recordando que la tierra también celebra a su manera esta temporada de recogimiento y calor.