
La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) engloba un conjunto de trastornos crónicos caracterizados por la inflamación persistente del tracto digestivo.
Por M. Del Cid
Las dos formas más comunes son la colitis ulcerosa, que afecta el colon y el recto, y la enfermedad de Crohn, que puede comprometer cualquier parte del sistema digestivo, desde la boca hasta el ano.
Los síntomas de la EII varían según la localización y severidad de la inflamación, e incluyen diarrea crónica, dolor abdominal, sangrado rectal, fatiga y pérdida de peso. Además, algunos pacientes pueden experimentar manifestaciones extraintestinales, como dolor articular, afecciones dermatológicas y oculares.
Las causas exactas de la EII no se conocen completamente, pero se cree que resultan de una interacción compleja entre factores genéticos, ambientales y una respuesta inmunológica anormal. Factores como el tabaquismo, el consumo de alimentos ultraprocesados y el uso prolongado de antiinflamatorios no esteroides (AINE) pueden aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad.
El diagnóstico de la EII se basa en una combinación de evaluaciones clínicas, pruebas de laboratorio, endoscopias y estudios de imagen. El tratamiento tiene como objetivo reducir la inflamación, controlar los síntomas y prevenir complicaciones. Las opciones terapéuticas incluyen medicamentos antiinflamatorios, inmunosupresores, terapias biológicas y, en casos severos, cirugía.
Aunque la EII no tiene cura, muchos pacientes logran mantener una buena calidad de vida mediante un manejo adecuado de la enfermedad. Esto implica una atención médica continua, ajustes en el estilo de vida, como una dieta equilibrada y la reducción del estrés, y el apoyo de grupos de pacientes y profesionales de la salud.
La concienciación sobre la EII y el fortalecimiento de los servicios especializados son esenciales para garantizar una atención integral y equitativa a todos los pacientes afectados por estas condiciones crónicas.