Asesinan a Marcelo Pérez, sacerdote y activista en Chiapas
Marcelo Pérez, sacerdote jesuita conocido por su activismo en favor de las comunidades indígenas de Chiapas, fue asesinado en San Cristóbal de las Casas después de recibir amenazas por su labor como mediador en conflictos sociales. Su muerte resalta la creciente violencia en la región.
Por Anny Scarlet Martínez
Desde hace meses, el padre Marcelo Pérez había advertido que su trabajo pastoral generaba inquietud entre los grupos criminales que operan en Los Altos de Chiapas. Su compromiso con la justicia social y su papel como mediador en conflictos comunitarios lo habían puesto en la mira de aquellos que se sentían amenazados por su activismo.
En una reciente entrevista, Pérez expresó la importancia de acompañar a los desplazados y mediar en la liberación de funcionarios públicos, afirmando que su lucha era un mandato divino. Trágicamente, su misión llegó a un final abrupto el domingo, cuando fue emboscado por sicarios mientras conducía su vehículo tras oficiar la misa en el barrio de Cuxtitali. A sus 51 años, su vida se extinguió de manera violenta.
La noticia de su asesinato fue rápidamente condenada por numerosas organizaciones de derechos humanos, así como por la Compañía de Jesús, que lo describió como un símbolo de resistencia en la defensa de los derechos de los pueblos y en la búsqueda de una paz auténtica. La congregación hizo un llamado a las autoridades para que respondieran de manera contundente y restauraran el orden en una región que ha sufrido un grave deterioro de su seguridad.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, confirmó que se iniciaron investigaciones para identificar a los responsables del crimen, subrayando la importancia de evitar que este asesinato quede impune. Desde el comienzo de su activismo, Pérez había advertido que Chiapas podría convertirse en “una bomba de tiempo” si no se tomaban medidas efectivas para combatir la violencia.
Marcelo Pérez nació en una familia de campesinos indígenas tzotziles y se ordenó sacerdote en 2002, inspirado por el trabajo del obispo Felipe Arizmendi, un líder religioso en la región. Durante su carrera, dirigió varias parroquias y se dedicó a la mediación de conflictos sociales. Su compromiso lo llevó a enfrentar situaciones complejas, como las disputas políticas en Panthelhó, donde grupos de poder locales estaban implicados en actividades delictivas.
A pesar de recibir amenazas constantes, su diócesis lo trasladó a San Cristóbal de las Casas, pero no detuvo su activismo. Este año, lideró manifestaciones en defensa de la paz, advirtiendo que la situación en el estado requería atención urgente. La violencia ha aumentado considerablemente, con cerca de 500 homicidios registrados entre enero y agosto de este año, en comparación con 309 durante el mismo período del año anterior.
Su muerte ha sido objeto de repudio internacional, y la Oficina para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró que, a pesar de las medidas de protección que se le otorgaron, estas resultaron insuficientes. Pérez era un referente en la lucha por la paz y la justicia en Chiapas, y su pérdida subraya la urgente necesidad de implementar cambios estructurales que aborden la violencia en la región.