A mis queridos abuelos.
No tengo palabras para expresar mi eterna gratitud por estar conmigo desde mi llegada a este mundo mortal, ustedes que con su enorme y sincero amor me han cuidado desde que tengo memoria. No puedo ni siquiera imaginar a una persona que no agradezca a Dios por tener unos segundos padres, que te mimen, que te den amor, valores y demás.
Es por ello que hoy agradezco a ustedes mis queridos abuelos por ser la persona que soy ahora, por enseñarme a ser fuerte, independiente y sobre todo el respeto que Dios merece. Nunca podría pensarlos como figuras de autoridad, al contrario, pienso que son mis más grandes cómplices en esta pequeña pero gran historia que estoy formando en mi vida.
Quiero que sepan que mis hermanos y yo los amamos con todas las fuerzas de nuestra alma que, aunque crezcamos y nos volvamos adultos independientes siempre buscaremos su cálido amor; porque somos uno solo cuando estamos juntos.
Abuela, desde pequeña te he admirado por tu fuerza, fe y valentía. Han pasado los años y se nota en tu rostro, tu cabello, hasta en tu forma de caminar y déjame decirte mi querida viejecita, que sin importar que pase siempre estaremos conectadas por el mismo corazón y el inmenso amor que nos tenemos.
Abuelo a ti que has sido y siempre serás mi gran amigo, te admiro por muchísimas cosas que no acabaría hoy si las menciono, pero déjame decirte que para mí eres un héroe sin capa; gracias por hacerme reír, por llevarme a la escuela, por contarme tus historias, por enseñarme el amor de Dios y sobre todo por darme tu amor.
Sé que nadie es eterno en este mundo, pero solo quiero decirles que, hasta el día que Dios nuestro padre los llame a su presencia yo los disfrutaré cada segundo, cada minuto.
Gracias infinitas (de parte de mis hermanos que sé que piensan los mismo) y de mi parte, por hacernos personas de bien, por guiarnos en el camino de Dios e impulsarnos con sus consejos al éxito.
Con amor, su nieta e hija Marcela Romero.
