″Un oficio que toda mi vida que me ha llenado de orgullo, porque me ha ayudado con experiencia y me ha dado todo lo que tengo″
Redacción y fotografías: Carlos Roberto Chávez
En la relojería «Rolex», ubicada desde hace 10 años en el centro de la ciudad de San Miguel, se encuentra diariamente José Carlos Pineda, de 68 años un hombre que ha dedicado su vida a “reparar el tiempo”.
Enamorado de su oficio, el cual comenzó hace 51 años, cuenta que aún hoy le emociona trabajar con relojes.
Don José ha tenido tiempo para este amorío: nació en 1950, buscó trabajo a temprana edad porque quería ayudar a su familia, ya que carecían de muchas cosas, el negocio donde se inició fue en «El Zafiro» ahí le enseñaron el oficio de la relojería.
Tenía 17 años de edad cuando se inició como relojero; Chávez recuerda con alegría el lugar donde todo comenzó: “Era un negocio en el centro de la Ciudad de San S,alvador, y me puso en manos de un gran maestro”, relató con una sonrisa, rememorando los primeros contactos que tuvo con esas pequeñas máquinas: “como joven llegué a curiosear y a ver la cantidad de piezas que puede tener un reloj”, afirmó orgulloso.
Hoy en día sabe reconocer piezas que en su juventud le causaron curiosidad y emoción; también apfendió que dentro de un reloj se encuentran unas 150 piezas como mínimo y hasta 700 en algunos casos; miniaturas que a su juicio, en su conjunto hacen posible el buen desempeño del reloj.
Chávez sabe operar instrumentos de alta tecnología para detectar fallas de maquinaria; «un segundo de más o un segundo de menos marcan la diferencia», dice amable y sonriente. Mira a su alrededor y agrega que “con tantas piezas necesitas miles de instrumentos” y señala los confines de su local. Efectivamente, piezas y herramientas están por todos lados en su taller, desde la pieza más pequeña para enrollar cuerdas, limas para los detalles externos, un lente para poder observar detalles, relojes de pared, correas, pilas, hasta un gran instrumento para fabricar vidrios faltantes; todas estas cosas son parte de su relojería, su negocio y forma de vida.
También son miles de recuerdos en su cabeza; relató uno de los que más añora, a los 18 años, cuando compró un reloj, el primero que logró desarmar y armar solo, “la emoción fue grande cuando pude rearmarlo, era uno de pulsera que había comprado en la calle, mi mamá me había alentado para que aprendiera, pero yo quería saber más; me aventuré”.
A los 19 años Don José entró a la relojería «La Joya», una de las mejores relojerías de San Salvador, donde perfeccionó su técnica y se enamoró completamente del arte; se especializó finalmente en relojes de muñeca, de colección; en diseñar y crear piezas.
A partir de entonces, libros, cursos y experiencia le han enseñado y actualizado. El tiempo pasa también en los relojes, aún así el reloj, incluso el más moderno, es un reflejo de que este aparato ha llegado a su máxima expresión tecnológica. No puede llegar a más, dice, porque ha alcanzado una increíble precisión para medir el tiempo; los engranes y las piezas se han diseñado para que funcione con exactitud.
En un pasado no muy remoto fallaban fácilmente en el conteo de los segundos, pero se ha desarrollado la tecnología necesaria para eliminar errores. Muestra como prueba un compendio de aceites, navajas y materiales para ajustar un reloj, para él un artefacto «maravilloso”.
Hoy a sus 68 años, a pesar del paso del tiempo y aunque asegura le falla un poco la vista, sigue laborando con destreza y mucha experiencia.
Cuando alguien llega a reparar un reloj en el negocio de don José además de llevar el intrumento reparado, se lleva en el bolsillo varias historias.
Personas jóvenes que lo consultan por primera vez o vecinos y amigos que lo conocen bien, ponen en sus manos relojes de muñeca, de bolsillo, de cuerda, de colección y de pared. don José los trabaja con cariño y con paciencia, orgulloso de haber encontrado su vocación y feliz de ejercerla desde hace mucho, mucho tiempo.
